Por esto me refiero a todo

Ciudad de México /

Un día de 2022 partieron a Nueva York mientras en la ciudad de Puebla dejaban sus casas, pero no sus recuerdos. Habían ganado una beca otorgada por el Centro Internacional de Fotografía, que es una escuela, un museo y un centro de investigación fotográfica situado en Manhattan, donde se deslumbraron con edificios y luces, rincones y callejuelas, recovecos alejados de aquellos que en su lugar de origen habían retratado.

Entonces, cuando comenzaron a descubrir nuevas técnicas, supieron que era muy poco lo que sabían de fotografía, no obstante que ellos combinaban sus gustos por lo digital y las llamadas cámaras analógicas, que no son más que las tradicionales, aquellos antiguos aparatos para retratar, aunque con aditamentos que las hacen más funcionales.

Y sin embargo no había comparación.

Se trata Pablo Íñigo Argüelles, escritor y periodista, y María Prieto, diseñadora y fotógrafa, una pareja nacida en la década de los noventa en ciudad de Puebla, donde en 2017 fundaron el Proyecto Análogo, y a partir de aquel año han ejercitado en diversos formatos la fotografía tradicional.

Siete años después, en 2022, la pareja obtuvo la mencionada beca para estudiar en Nueva York, donde radican con la visa especial de artistas, y hace días regresaron a México para presentar una muestra de su obra en la galería Claroscuro —Frontera 142, Roma Norte— titulada Por esto me refiero a todo, que consiste en 15 imágenes teñidas de nostalgia.

María estudió diseño gráfico e información visual en la Universidad de las Américas de Puebla, UDLAP, y al percatarse que el denominado cuarto oscuro era sado como bodega, le surgió la curiosidad por saber cómo se trabajaba en ese extraño lugar, y así comenzó a interesarse por la fotografía tradicional, un gusanito que de por sí ya traía desde niña, pues su mamá, también diseñadora, practicaba esa afición.

Es cierto que tenía clases de fotografía, pero no incluía la analógica, que le interesó por curiosidad y como artista: ver el rollo de película, que es un acetato, y saber lo que se trata de una emulsión que sirve para revelar y ampliarlo en un cuarto oscuro. “Es un proceso largo y muy manual y creo que eso tiene que ver con la carrera que estudié”, dice María, entrevistada en la galería Claroscuro, que dirige su fundadora Jeannette Arévalo Angus.

Y no es que María Prieto esté peleada con el mundo digital, porque para ella es muy importante. De hecho hace fotografía comercial con cámaras digitales, pero su trabajo artístico siempre es con cámaras analógicas.

Y habrá que irse hacia atrás, porque cada quien tiene su historia, y en este caso la de María se remonta a su niñez, de cuando veía las fotos y los negativos que su mamá, pintora y diseñadora, guardaba en una caja.

Eso llamaba su atención.

Y volvió a su infancia.

“Mi historia con la fotografía —comenta— fue regresar a lo que hacía cuando era chiquita, que era ver los negativos que mi mamá tenía guardados, ver las fotos impresas; nunca ver fotografías en una computadora ni en un teléfono; no crecí viendo fotografías en un teléfono”.

—Te llevó a la nostalgia.

—Sí, yo creo que a mí me atrapó esa nostalgia de poder regresar a algo con lo que crecí. Por eso para mí la fotografía es muy importante.

—¿Hay un regresa a la fotografía analógica?

—Pablo y yo lo vimos mucho, porque cuando nuestro Proyecto Análogo, hace casi diez años, era difícil encontrar laboratorios para revelar o incluso películas para utilizar nuestras cámaras, y justo cuando pasó la pandemia nos dimos cuenta que la gente estaba interesada en hacer cosas por ellos mismos.

El proyecto se convirtió en algo importante para ellos: fusionar su amor por los libros, las ciudades y la fotografía con una expresión artística, de acuerdo a las palabras de Pablo Íñigo Argüelles, periodista, escritor y fotógrafo, para quien el proyecto nació mucho antes de que lo formalizaran, quizás en 2016, y lo bautizaron un año después.

—¿Cómo nace por qué nace?

—Nace porque en realidad, cuando nosotros nos conocimos, empezamos a salir, empezamos a ver lo que teníamos en común como cualquier pareja. Y descubrimos que nos encantaba la fotografía.

—¿Se podría decir que nacieron en esa transición?

—Sí, yo soy del 91 y María del 94; cuando yo cumplo 10 años, en el 2001, mi papá traía la primera cámara digital. Entonces yo recuerdo el rollo, recuerdo las cámaras.

—¿Siguen con algún proyecto?

—Pues mira, cuando llegamos a Nueva York María y yo, pensamos, y no me da pena decirlo, creyendo que lo sabíamos todo.

—En el International Center Photography está en el mero Manhattan.

—Está en el bajo Manhattan. Es una institución de las más importantes de fotografía del mundo. Tiene 50 años. Es un museo, es una escuela, un centro, es un archivo…

Entonces, volviendo hacia atrás, Pablo y María descubrieron aquellas cámaras y empezaron a fotografiar su lugar de origen de manera intensa.

En aquel tiempo salieron en busca de la luz, como recuerda Pablo, y captaron cómo ésta trabajaba con las texturas de las fachadas, sin importar que fuera la calle más transitada o la más escondida; ellos insistían en buscar la luz de las mañanas y encontraron la nostalgia de una ciudad que ya no existía.

Y ahora descubren nuevos escenarios.

—¿Cómo es Nueva York?

—Nueva York es una ciudad fascinante en muchos sentidos. La luz en NY es muy especial. Lo puedes ver en algunas de estas fotos: hay algo en el hecho de que no está en el mar como tal, pero tampoco está dentro; está como en un punto medio donde pasan las nubes. Entonces hay algo especial: en el invierno es muy azul, en el otoño es una luz dorada, en el verano es la luz que te ciega…

Y ante la incertidumbre de vivir en un país en el que amenaza un clima político incierto, como dice Pablo, ellos quieren seguir creando y mirando, aportar con la fotografía a un mundo que ha perdido su capacidad de lectura y de interpretación, sin dejar de observar los problemas actuales.

Y ahora Pablo Y María regresarán con su visa especial de talentos extraordinarios, sin que esto quiera decir que no les importe lo que sucede en Estados Unidos, que parece llegar a la isla, donde la comunidad poblana es inmensa. Por eso lo de Puebla York.


  • Humberto Ríos Navarrete
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