Cada vez más, a escala mundial, el consumidor experimenta una estrecha relación entre bienestar, salud y apariencia. Este último factor es lo que dinamiza la industria médico farmacéutica, productos de higiene y belleza, cosmética, moda, educación, productos editoriales, información, entretenimiento y otros.
Empresas consultoras de negocios trasnacionales y “cazadores” de tendencias son tajantes: vivimos una era en la que la imagen representa un bien altamente aspiracional. Representa un mercado de 1.8 billones de dólares mientras presenta incrementos de 5 a 10 por ciento anual.
Asimismo, 82 por ciento de los consumidores considera que salud, sueño, nutrición, estado físico, apariencia y atención plena resultan prioritarios en su vida. Curiosamente, cada uno de estos elementos se relaciona con la apariencia. Esta cita de un consumidor de la generación Z lo ejemplifica: “necesito dormir para lucir mejor”.
Pero el bienestar no resulta tan simplista e inmediato. La permanente búsqueda de una mejor salud y apariencia incide en el incremento de nichos de mercado como salud femenina, envejecimiento saludable, control de peso, acondicionamiento físico, salud intestinal, salud sexual y sueño. Son temas que cada vez se vuelven más relevantes para los consumidores mientras aumenta el interés por una imagen corporal y facial positivas.
Cada vez se enlazan más los conceptos de salud y belleza, simbiosis que abarca campos tan distintos entre sí como la autoaceptación, apoyo social, educación y conciencia, estilo de vida saludable, mente y emociones saludables, autoexpresión y desafío de pensamientos negativos.
Esto genera un concepto holístico del bienestar y se acepta la interrelación del cuerpo físico con el mental y emocional, aunque el espiritual aún es muy incipiente e incluso controvertido sobre todo en la cultura occidental.
¿Por qué el acendrado valor de la apariencia? Por su influencia social. Mediante los rasgos del rostro y la apariencia física en general, generamos opiniones, elecciones y sesgos. Determina en gran parte el grado de influencia que se tiene socialmente.
En general se juzgan tres dimensiones generales del carácter: moralidad, competencia y sociabilidad.
Pero, ¿realmente a simple vista lograremos determinar confiabilidad y honestidad, capacidad e inteligencia o grado de calidez? Huelga decir que muchas veces nuestros juicios iniciales son erróneos. Y aún así, la columna vertebral del bienestar se detenta ahora con la apariencia.
Esto da lugar a absurdos perniciosos, como videos para aprender a “parecer más inteligentes” (sic). Valdría la pena asumir que cómo nos sentimos proyecta una imagen, pero esto va más allá de la corporeidad. Abraza los pensamientos, emociones, ideas y reconocimiento de raíces, momentos, historias y deidades.
Cómo te ves no refleja fidedignamente quién eres.