Excesiva competencia, cambios constantes, incertidumbre y carreras contra reloj son algunas analogías del campo deportivo y el ámbito empresarial. Su objetivo también es el mismo: éxito.
Sin embargo, las tácticas empleadas por ambos aparecían disociadas, hasta que las estrellas deportivas arribaron a los negocios y les legaron algunos principios de acción a los ejecutivos de compañías de diferentes giros.
Entre los singulares principios de interacción juego-negocio aparece el estigma del fracaso.
Los deportistas asumen los retos y las situaciones límite, pero a diferencia de muchos empresarios, entienden el fracaso como parte de su trabajo. En general, el deportista considera que si no se arriesga no encontrará el éxito. Errar no es perder, sino momento de iniciar una vez más, es el credo generalizado en el ámbito deportivo.
Ahora, el modo en que se vive el fracaso en el deporte está relacionado con la autoestima general de la personalidad o con el incumplimiento de propósitos concretos, insertos en un proyecto de acción más grande. Es decir: se campea entre la frustración general y la parcial.
La frustración general conmociona la personalidad y puede provocar respuestas de amplio alcance para la seguridad en sí mismo y para la propia vida profesional. En el área de los negocios tal respuesta se puede equiparar a cancelar una empresa.
Las frustraciones parciales, por su parte, están relacionadas con acciones malogradas, imperfectas o insuficientes que comprometen la ejecución final o el éxito competitivo.
En este caso, el atleta muestra alta tolerancia a los fracasos parciales y puede llegar a ganar la competencia con ese intento, aunque no logre romper su propio récord. En negocios la respuesta podría ser: “no lanzo extensión de línea pero continuo en el mercado”.
Es decir, las reacciones tentativas ante la frustración pueden ir de la vacilación a sumisión, el ataque directo, el indirecto, el logro indirecto, la búsqueda de una meta alternativa y la retirada o evasión.
Ahora, muchos deportistas están acostumbrados a tomar decisiones rápidas y bajo condiciones extremas. Poseen esa facilidad para adaptarse al cambio, reorientar sus objetivos y poner los medios para alcanzar la meta final. Suelen contar con el factor incertidumbre y lo tienen en cuenta en todas sus acciones.
Estar alerta al camino es un camino seguido por los deportistas. Saben que nunca es igual, siempre hay sorpresas. Las respuestas rápidas son lo que permiten modificar las estrategias de negocio. Una competencia deportiva es el mejor campo de entrenamiento para enfrentar los constantes cambios del mercado.
Cierro con una figura central en el deporte que debería aparecer de manera más consistente en la empresa: el couch.
En el triunfo siempre está implicado el coaching, un proceso interactivo para fomentar el desarrollo de habilidades, impartir conocimientos y trabajar valores. Es útil para conseguir nuevos comportamientos y hacer las cosas mejor y es insustituible como elemento de desarrollo del liderazgo individual, de equipo y de la organización.
Cuantitativamente, se evalúa que el coaching proporciona un valor añadido del 75% por encima de las probabilidades que tenemos solos de alcanzar los objetivos marcados. Es momento de abrazar las enseñanzas del campo de juego al ejercicio empresarial.