Acallaron su canto. Su voz llena de trinos la trocaron por un llanto que se prolongó días y noches. Los medicamentos para nulificar las lágrimas le arrancaron las emociones y memoria de una parte de su vida. Pero tras la indolencia inducida, aún se agazapa el temor de que la pesadilla emerja.
Martha, esposa y madre. Martha cantante. Martha mujer… hoy es víctima colateral.
En 2012, su esposo, el periodista Arturo Zárate Vite, fue acusado de acoso y hostigamiento sexual. Pese a tener dos resoluciones de inocencia, fue encarcelado y torturado en "El Altiplano". Entonces, “mataron” en vida a Martha.
-No podía dejar de llorar…la medicina lo logró después. Se fue la tristeza, pero también la alegría. Se fueron las canciones... Hay muchísimas cosas que no puedo recordar aún. Se fue la memoria.
De ese tiempo sólo permanece el verso terrible de una canción: “Me quedo con las ganas de decirte que no concibo el mundo si te marchas…”
Lo comenta en un café en la Ciudad de México, justo cuando empieza a obscurecer.
-Me enamoré de Arturo por su cara de niño bueno, por ser tan educado y gentil.
Coincidieron en Guadalajara. Ella cantaba en un trío con sus hermanos. Él hacía una cobertura periodística en la Perla Tapatía.
En el rostro blanquísimo de Martha se destacan sus ojos de color de azúcar quemada.
-Me gusta ser mamá y ama de casa también. La balanza de mi matrimonio, del que tenemos dos hijos, dice que estamos bien…
Pero coexiste una sombra. Aún sufre “esa cosa horrible. El dolor y zozobra. Sé que si no se hace justicia y remiten a Arturo a la cárcel no saldrá de ahí. Está amenazado de muerte…yo les suplico que no lo dañen más, que cese el daño contra él”. Se detienen unas lágrimas en las pestañas.
Después del encarcelamiento de Arturo, de la falta de sentencia que ya se prolongó casi 11 años, de una amenaza latente acicateada por una activista que presume “gran influencia aún en este sexenio”, Martha clama:
-Por favor que se haga justicia. Que se evite la mano negra. Que esa mujer considere que no sólo está contra Arturo, que me defienda a mí. ¡Ya basta!
En una artista como Martha, que heredó de su madre la profesión de cantante, sólo dos palabras pueden evidenciar el hartazgo por una injusticia que acabó su serenidad y la recluyó por mucho tiempo al aislamiento y mutismo, a una especie de “anestesia” de vida para aliviar el dolor.
A Martha trataron de arrebatarle dulzura, credos y hasta cordura. Romper de tajo una historia de amor y orillarla a que olvidara las canciones. Pero fallaron. Aunque aún coexiste una amenaza latente, aunque aún no se termina del todo la pesadilla de una acusación falaz, ella vive ya sin medicamentos y asegura sin titubeos:
-Nunca dudé de Arturo. Él siempre ha sido muy bueno.
Después de 30 años de casada, dice que hasta ahora “todas las canciones las relaciona con él”.
Y para anular la sombra que se cierne sobre ellos, le canta al oído: “si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida…”.
Martha, la de voz dulce, hoy convierte el canto en un anclaje a la resiliencia. También es su clamor personalísimo de que se haga justicia.
*Columna invitada - Martha: víctima colateral - Ivette Estrada*