Cuando la calidad de los productos comunicativos desciende, cuando el contenido sustancioso y que aporte valor al consumidor desaparece, nos encontramos frente a frente con la infoanemia.
El término se relaciona con la infodemia o infoxicación o difusión rápida y constante de noticias que conllevan a un estrés informativo o sensación de agobio en el que no logra discernirse la información sustantiva y puntual de la que aparece en las noticias falsas.
Los fake news no son errores o afán de sensacionalismo, sino columna vertebral de distintas industrias fincadas en verdades prefabricadas. Una de ellas son los partidos políticos y su búsqueda de adeptos con la construcción de escenarios deleznables, fabricados o sumidos en la hipérbole de defectos o francas invenciones del otro, del competidor al que debe anularse.
Esta es una percepción maniqueísta y muy obvia. También emergen los claroscuros más difusos como alertar sobre las condiciones de determinado consumo en pro de la industria farmacéutica. Los intereses reales o creados son el caldo de cultivo de la información mítica, exagerada o carente de sustento que abunda en las infopandemias.
En ellas, cualquier resquicio de información constatada y comprobada permite la propalación de “verdades” imaginadas o construidas, da lugar a teorías conspirativas, establece en el imaginario nuevos héroes y villanos.
Pero ¿qué tiene que ver la infoxicación o infopandemia con la infoanemia? El consumo insustancial de información y datos, el sumirnos en un aletargamiento que conduce a que nuestra atención esté abstraída en narrativas insustanciales, adiposas de hechos sin constatar, que se olviden “nutrientes” de verdad, de historias que conduzcan a pensar, idear y crear soluciones en lugar de sumergirnos en un vodevil de mentiras, elucubraciones y teorías de “grasa” o datos intrascendentes.
De distintas formas el consumo narrativo se empobrece. Esto puede ejemplificarse con los debates de candidatos a distintos puestos públicos, donde priva el insulto y descalificación, pero no las propuestas.
Si durante mucho tiempo se asumió que la cobertura del mundo del espectáculo era muy pobre, hoy hasta las temáticas serias caen en la superficialidad, cortoplacismo y estereotipos.
Las multiplataformas de comunicación, donde se privilegia el video corto como medio predilecto de las audiencias, comprime los mensajes de divulgación e informativos en entretenimiento y diversión, con lo que no se logran concretar metas o responder a intereses preidentificados de la audiencia.
En este momento priva la banalidad, y no es exagerado aseverar que las nuevas guerras las vivimos ya en la posverdad.