Por una acendrada humildad autoimpuesta, rara vez nos tomamos tiempo para develar, ante nosotros mismos, cuáles son nuestras principales capacidades y dones. Esas competencias parecen un tanto desarraigadas de quienes somos y lo que hacemos. Posiblemente las vislumbramos “a medias”, pero rara vez con la suficiente fuerza como para tomarlas como directrices fidedignas de nuestra misión de vida.
Paradójicamente Rosalinda Ballesteros e Iván Guerrero, autores de Enfoque en Liderazgo Positivo, de la colección Factor Wellbeing, aseguran que existen múltiples beneficios en utilizar las fortalezas propias en lugar de enfocarnos en mejorar nuestras debilidades.
Entre otras ventajas de emplear nuestras fortalezas, los directivos del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de la Universidad Tecmilenio, enumeran el autodominio y autenticidad, emoción al utilizarla, anhelo por encontrar otras formas de emplearla y aprendizaje más rápido, especialmente cuando la fortaleza es empleada por primera vez.
Esta fortaleza no se basa de una noción vocacional. Es una red de habilidades y destrezas que comúnmente pasan desapercibidas de manera consciente. Poderlas explotar convenientemente, y allegarse con ello los beneficios subyacentes, implica el reconocimiento pleno de las habilidades inherentes en cada uno de nosotros.
Sumergirse en nuestras historias de éxitos puede ser un inicio para abrir el amplio abanico de las destrezas y dones que poseemos. Ballesteros y Guerrero recomiendan responder un cuestionario en la página viacharacter.com.
¿Y cuándo el autoanálisis te devela tus fortalezas? Entonces es momento de comenzar a utilizarlas y ampliar sus posibilidades con tareas y objetivos nuevos. Ampliar rutas.
El autodescubrimiento es un viaje fascinante. Se expande la autoconsciencia y los límites de lo que podemos lograr hacer se expanden considerablemente. En el 98% de las personas esta revelación resulta gratamente sorprendente. Es admitir que lo que más deseabas y admirabas ya estaba en estado latente dentro de ti.
Eso no es todo. A la suma de competencias deben aunarse las fortalezas de carácter. A nivel mundial existen 24 valoradas positivamente en todas las culturas: creatividad, curiosidad, juicio, aprendizaje, perspectiva, perseverancia, honestidad, entusiasmo, amor, bondad, inteligencia social.
También comprenden el trabajo en equipo, ecuanimidad, liderazgo, perdón, humildad, prudencia y autorregulación.
Se suman la apreciación de la belleza y la excelencia, la gratitud, esperanza, humor y espiritualidad.
¿Cuáles de ellas se poseen? En algún momento de nuestra vida experimentamos alguna de ellas. En los ejercicios de introspección, análisis y autovaloración es recomendable recordar aquellos momentos donde tuvimos cada una de estas fortalezas.
Todo parte de una pregunta sencilla que desencadena un potencial no imaginado: ¿cuándo descubrí que podía ser creativo, curioso o juicioso, por ejemplos? En cada característica o valor es conveniente recordar de la manera más nítida posible las circunstancias. Analizar el encuentro de este valor mediante cada uno de nuestros sentidos físicos, pero también con la añoranza, imaginación y recuerdos (el sexto sentido).
Develar nuestros dones es abrir la puerta a un potencial inimaginado y feliz.