Adoctrinamiento

México /

¡Dios mío!, grita el cartujo en medio de la tormenta, mientras mira desesperado cómo hace agua la barca de la laicidad en México. No solo por las alianzas de Andrés Manuel López Obrador con grupos evangélicos y sus discursos con referencias religiosas, morales, bíblicas, sino también por el renovado impulso de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Oaxaca, Guerrero y, sobre todo, Michoacán, donde pretende imponer en las escuelas su propia visión del mundo, cargada de ideología “revolucionaria”.

Teresa Moreno reveló en El Universal el pasado viernes los propósitos y contenidos del Programa Democrático de Educación y Cultura para Michoacán, desarrollado por maestros de la sección 18 de la CNTE, para el cual —dice— se han elaborado 48 títulos de libros de texto, 28 de primaria y 20 de secundaria, para las materias Desarrollo Lingüístico Integral, Matemáticas, Ciencias, Sociedad y Cultura.

En Sociedad, en los diferentes grados se abordan, entre otros temas, la utopía comunista, las dictaduras militares en América Latina en la década de los 70, las revoluciones rusa, china, cubana, sandinista, bolivariana, los monopolios de la televisión, exaltando los movimientos populares y personajes como el Che Guevara, Fidel Castro y Hugo Chávez.

Según el dirigente de la CNTE en Michoacán, Víctor Manuel Zavala, citado por la reportera: “Tenemos más de 6 mil escuelas trabajando con nuestro programa y lo vamos a continuar. El objetivo de la Sección 18 es generalizar que todas las escuelas lleven el alternativo, lo vamos a mantener”.

 

Contra el espíritu democrático

En entrevista, el doctor Roberto Rodríguez, especialista en Educación, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, columnista del suplemento Campus-MILENIO, le dice al amanuense: “Conozco estos libros, se han producido desde hace tiempo en la Sección 18 y no solo se han utilizado en Michoacán, en Oaxaca también; lo sobresaliente ahora es que estén pugnando porque sean autorizados, porque la SEP reconozca su validez como parte de la educación pública. Esto va contra la aspiración, que viene desde los liberales del siglo XIX, incluido Juárez, de tener una educación pública que sea elemento de cohesión y de unidad nacional”.

Los libros de Lingüística y Matemáticas —dice Rodríguez— resultan interesantes, con ejemplos cercanos a los alumnos. Lo preocupante, advierte, es cómo se tratan los temas de historia y civismo: “ahí es donde tienen toda la carga ideológica, intolerante y antidemocrática”.

Como ha sucedido en otros momentos y en otros países, el proceso de adoctrinamiento es evidente. Rodríguez habla de Europa en la primera mitad del siglo XX y de Venezuela en la actualidad como lugares donde se ha utilizado “la educación básica como instrumento para el adoctrinamiento”, con o cual se legitiman ciertos regímenes políticos.

¿Cuál es el peligro de este hecho? “Lo veo desde dos ángulos —afirma Rodríguez—, el primero es el de la rotura de principios que son propios de la República, entre ellos el imperio de la democracia y la libertad de conciencia (apenas en 2012 nos declaramos una República laica). El segundo, quizá menos conceptual y más riesgoso, es que se están preparando generaciones para las que lo natural será la actitud revolucionaria, la crítica a la propiedad privada y a la empresa, esos son otros aspectos que están presentes en estos libros de texto”.

En los libros no solo hay una crítica al neoliberalismo “como algo que habría que descartar y combatir en donde esté presente, sino también a la prensa libre”. Por lo mismo atentan contra el espíritu democrático, “contra el espíritu liberal, contra el principio de la unidad nacional y de los valores nacionales… y contra la tolerancia”, dice el investigador de la UNAM, coautor de La universidad mexicana a debate.

 

Diálogo y complicidad

El gobierno federal ha emprendido una reforma de los contenidos de la educación básica bajo el lema “La nueva escuela mexicana”, acorde con los principios constitucionales de unidad nacional, pero al mismo tiempo —dice Rodríguez— López Obrador ha establecido un diálogo continuo con organizaciones de la CNTE en el cual se están cediendo espacios, tolerando “que tengan sus propios libros, sus propios métodos y currículum”.

Para financiar sus proyectos, la CNTE recurre al chantaje; en Michoacán los maestros bloquearon durante semanas circulación de trenes, “y solo se replegaron a cambio de dinero y otras prerrogativas”. Esto resulta desconcertante cuando meses más tarde se aprueba en Tabasco la llamada ley garrote sancionando penalmente los bloqueos a las vías de comunicación, como si en el país hubiera protestas malas y protestas buenas, dependiendo de sus propósitos y el lugar donde se realicen.

Todo esto es un atentado a la laicidad en México, si nos atenemos a su significado desde una perspectiva más moderna. “Actualmente —señala Rodríguez—, la laicidad se entiende no solo en el sentido clásico de ponerle una barrera a la enseñanza religiosa, sino principalmente en términos de impulsar la libertad de conciencia y valores de los derechos humanos como la tolerancia, el respeto a la diferencia, la generación de una conciencia crítica de la realidad, la supremacía de la razón, las ciencias y las humanidades”.

Por como van las cosas, dentro de poco el estado laico podría ser solo una quimera en este país.

Queridos cinco lectores, como ustedes merecen descansar, la próxima semana no se publicará esta homilía, mientras tanto El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén. 

  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.
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