No fue el lunes, como informó el cartujo; tampoco el martes ni el miércoles, pero el jueves amaneció Grandeza en el stand de Planeta en la FIL de Guadalajara. Fue un día luminoso. La palabra del señor se hizo presente en el cónclave de los conservadores y los devotos se postraron para escucharla. Son más de 600 páginas de sabiduría, de argumentos contundentes sobre la bondad innata del mexicano.
Cómo no conmoverse cuando el profeta explica cómo de generación en generación, los pueblos originarios nos han enseñado “a convivir en armonía con la naturaleza”. Por eso, siguiendo tal ejemplo, en la ruta del Tren Maya no se talaron millones de árboles ni se destruyeron cenotes ni se pusieron en peligro especies como el endémico pavo ocelado, daños reconocidos inexplicablemente por las autoridades ambientales del gobierno de Sheinbaum.
Las prescripciones de Grandeza son inapelables; debería ser texto obligatorio para todos. Habla de moral, de ética, de libertad, de humanismo mexicano (modestamente, el mejor humanismo del mundo). Adán Augusto, Monreal, Fernández Noroña, los hermanos López Beltrán, Layda, Pedro Haces y tantos otros hombres y mujeres de la república amorosa seguramente lo leerán —si acaso no lo han leído— con los ojos arrasados por las lágrimas. Han sido fieles a los principios de su movimiento y caminado con rectitud, humildad y decoro, cargando sobre sus hombros, sin apenas quejarse, el pesado fardo de la maledicencia de quienes los acusan de tramposos y corruptos, de vivir entre lujos y, en algunos casos, de tejer peligrosas alianzas. No es cierto, son calumnias de la derecha. Pero, además, si así fuera, a quién le importa cuando se tiene un ejército de achichincles camuflajeados de periodistas para defenderlos, o se ha cursado un doctorado en cinismo o se domina el viejo arte de la comedia, como sucedió con el nombramiento de Ernestina Godoy, fiscal de hierro —para los enemigos del régimen.
Grandeza aparece en el momento justo. Por eso el llamado al Zócalo para celebrar siete años de la 4T en el poder y orar por la felicidad de su creador. Arrodíllense todos.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.