El cartujo recuerda mañanas presurosas en el comienzo de un nuevo ciclo escolar en la primaria. Desde la noche anterior acomodaba sus útiles y libros en la mochila y al día siguiente, después de desayunar, caminaba a la escuela. Era una escuela pública y casi todos los alumnos, provenientes de hogares modestos, llegaban solos. Despuntaban los años sesenta y para ellos —como se narra en libros y crónicas— la calle era un espacio delibertad.
El monje se hunde en la nostalgia, de un cajón saca ejemplares, inevitablemente maltratados, de sus libros de texto y se pone a llorar. No encuentra errores, quizá los tienen y sus ojos empañados por las lágrimas y la miopía no los localizan. Esa ausencia, ahora lo sabe y por eso el llanto, le canceló las oportunidades de los discípulos de la nueva escuela mexicana.
Tiene razón Marx Arriaga, su creador, cuando no admite fallas en los nuevos libros de texto gratuitos, sino “áreas de oportunidad, como buen maestro que soy”. Es cierto, los buenos maestros aprovechan todo para enseñar a sus alumnos. Por ejemplo, si en estos libros se dice: Calderón llegó al poder mediante un proceso fraudulento y su régimen estuvo marcado por “el crecimiento de la violencia”. Los profesores también podrían hablarles a los niños, como si estuvieran contándoles un cuento, de un candidato, crítico feroz de la militarización del país, renuente a reconocer cualquier derrota. Cuando después de muchos años de perseguirlo, alcanzó el poder, se rodeó y consintió a los militares como nadie antes lo había hecho, aunque paradójicamente la violencia en el país se disparó a niveles inimaginables. Estos maestros podrían establecer las diferencias entre las palabras “retener” y “secuestrar” y las frases “perdieron la vida” y “fueron asesinados” al referirse al homicidio del empresario Eugenio Garza Sada y sus acompañantes, el 17 de septiembre de 1973. En vez de desecharlos, quienes no están de acuerdo con estos libros podrían utilizarlos para discutir una visión no oficial de la historia, aunque pobres de los alumnos de quienes los miran como el catecismo de la 4T.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.