En estos días de perpetua zozobra, el cartujo mira cómo la espesa niebla desaparece —así sea por un mes— y el cielo patrio se ilumina con la luz poderosa del kalimanismo mexicano, como llama Rafael Cardona a esta doctrina, “complemento evidente de nuestro humanismo”.
Las frases y las lecturas de la presidenta Sheinbaum comienzan a hacer historia: ante las dificultades ella pide “tener la cabeza fría” y sus palabras se vuelven consigna entre las legiones de la 4T como una manera de mostrarle lealtad, incluso de dientes para fuera como lo hace Ricardo Monreal cuando se trata de proteger los intereses de su nutrida familia.
Los grandes estadistas, con frecuencia, se han iluminado con las reflexiones y las ideas de escritores, historiadores, filósofos. Es conocida la afición de Barack Obama por la lectura, su recomendación catapultó el éxito de Libertad, la novela de Jonathan Franzen, y Macron, escritor él mismo, tiene entre sus autores de cabecera a Louis-Ferdinand Celine y Michel Tournier. En México, Claudia Sheinbaum ha sorprendido con su conocimiento de Kalimán. El hombre increíble, ese misterioso personaje de la radio y las historietas descendiente de la diosa Kali —como ilustra Wikipedia—, acompañado siempre del pequeño Solín, a quien aconsejaba “serenidad y paciencia”, como lo hace Sheinbaum ante las embestidas del desquiciado del norte. El mantra le ha dado, hasta ahora, buenos resultados y Kalimán se ha vuelto parte de la conversación pública —como lo fue Fantomas, “la amenaza elegante”, cuando lo adoptó Cortázar en Fantomas contra los vampiros multinacionales, publicado hace casi 50 años.
Recurrir a los héroes de la cultura popular entraña una manera eficaz de comunicación, no exenta de mensajes cifrados. En el caso de Kalimán, es pertinente recordar una de sus particularidades: “implacable con los malvados”. A los miembros del crimen organizado, el gobierno federal les está dando, por fin, su estate quieto, ¿pero alguien tocará a quienes por ser parte del oficialismo tienen un obsceno visado de impunidad?
Queridos cinco lectores, mientras se prepara para el oneroso fiestón en el Zócalo, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.