Las pedradas vuelan, dan en el blanco y duelen, hiriendo el orgullo del prócer y sus herederos, demócratas ejemplares, como sus amigos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Desde Oslo salen las palabras de quien habla de países —los nuestros— moldeados “por una fusión de pueblos y culturas”, contradiciendo los preceptos de la nueva historia nacional. “De España heredamos una lengua, una fe y una cultura que se hermanaron con nuestras raíces ancestrales indígenas y africanas”, dice Corina Machado en voz de su hija, exiliada como casi toda su familia por las amenazas de un régimen autoritario aliado con el crimen organizado.
En su discurso de aceptación del Nobel de la Paz, la tenaz opositora venezolana previene sobre la inevitable fragilidad de la democracia “cuando sus ciudadanos olvidan que la libertad no es algo que debamos esperar, sino algo a lo que debemos dar vida”.
La disertación de Machado advierte sobre el futuro en países como el nuestro, sin auténtica división de poderes. En Palacio Nacional la escucharon y guardaron silencio. “Sin comentarios”, dijo Claudia Sheinbaum cuando le preguntaron sobre Corina; prefirió hablar de la autodeterminación de los pueblos, soslayando el fraude electoral en Venezuela, donde la enorme corrupción de algunos propició la llegada de demagogos y corruptos más grandes y cínicos. Como aquí, ni más ni menos.
Las palabras duelen, pero solo a quienes conservan un poco de dignidad. Los demás ni las oyen entretenidos, en el caso de México, en la compra de indulgencias plenarias como el devoto Adán Augusto, quien las adquirió por miles para regalarlas entre sus pares del Senado. O como el diputado Pedro Haces, quien ganó su patente de corso obsequiando a sus amigos arcones de la marca Finca Rocío, propiedad del extenuado y sus hermanos.
Ellos y otros de su tribu viven en un estadio de felicidad y filosóficamente sin arrepentimiento, ese camino hacia la tristeza, como pensaba Spinoza. Y nadie merece vivir triste, menos aún cuando se bucea en las aguas profundas de la abundancia, como los jerarcas de la 4T, aunque al país se lo lleve el diablo.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.