En su nueva campaña para la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, como lo hizo en 2016 y 2020, se ha ensañado contra los migrantes, entre ellos miles de mexicanos, a quienes ha llamado delincuentes, locos, violadores, traficantes de drogas y de personas, pandilleros, asesinos. Ha prometido terminar la construcción del muro en la frontera con nuestro país y realizar “la mayor operación de deportación” ocurrida jamás en EU, aunque para ello deba recurrir al ejército. “Teníamos la frontera más segura en la historia y ahora tenemos la peor en la historia. […] La gente entra y mata a nuestros ciudadanos”, ha dicho una y otra vez ante el delirio de sus fanáticos, incapaces —como sucede en México con los devotos de la 4T— de distinguir la mentira de la verdad, cuya crisis nos afecta a todos, como afirma el filósofo Guillermo Hurtado en su libro Biografía de la verdad (Siglo XXI, 2024), donde advierte: “sin el resplandor de la verdad, el mundo se torna oscuro”.
En respuesta a sus ofensas, AMLO le mandó a Trump una tímida carta llamándolo amigo, minimizando los agravios, haciéndole la barba: “Sepa que el nuestro fue el primero de todos los gobiernos que condenó esa agresión”, le dijo en referencia al atentado contra Trump el pasado 13 de julio. También podría haberle recordado su obsequiosa visita en 2020 a la Casa Blanca y cómo su administración fue tardía en reconocer el triunfo de Joe Biden.
Con exasperante languidez, López Obrador le escribió a Trump sobre sus dichos en la convención republicana, donde —según él— el ex mandatario estadunidense llamó a los migrantes “invasores” y “maleantes”. Didáctico, le explicó los inconvenientes de cerrar la frontera y, comprensivo, le dijo: “‘Entiendo que usted está en campaña y que no es, como algunos piensan, un obcecado”. Para él, su amigo Trump, quien sin pretenderlo lo mandó a Palenque antes de tiempo, no es, por supuesto, ni vulgar, ni grosero, ni ambicioso, ni conservador, ni reaccionario como los medios, periodistas y críticos empeñados en poner en duda sus palabras y su elevado lugar en el sagrado altar de la historia.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.