El cartujo se derrumba; como tantos otros tenía en el altar de sus héroes a Pancho Villa. Además de haber frecuentado textos sobre él, durante varios años escuchó embelesado las anécdotas de Renato Leduc acerca de sus andanzas con las tropas del Centauro del Norte, de quien fue telegrafista en su adolescencia. Era su ídolo, ya no. No después de asomarse al horror de Crímenes de Pancho Villa. Testimonios (Debate, 2024) del historiador juarense Reidezel Mendoza Soriano.
Con una amplia investigación documental y entrevistas con descendientes de las víctimas, este autor sigue los pasos del caudillo. Muy lejos de la hagiografía escrita por Paco Ignacio Taibo II —implacable esquirol de la FIL de Minería—, Mendoza Soriano narra en su libro el sadismo del legendario general, negado radicalmente por sus defensores.
En marzo de 2024, en sus Cápsulas de historia, el ahora solitario y terrorífico espectro de Palenque decía: “Sobre si Villa fue bueno o malo, bandido social, revolucionario, o temido y cruel, posiblemente fue todo eso, pero no debemos olvidar que las revoluciones, aun con sus nobles fines, las revoluciones armadas siempre han acarreado excesos”.
Los “excesos” del creador de la División del Norte, apenas mencionados por la historia oficial o incluso minimizados por estudiosos tan reconocidos como Friedrich Katz (1927-2010), son, entre otros, despojos, asesinatos y violaciones.
Un ejemplo: de acuerdo con Mendoza Soriano, en 1917 en Namiquipa, Chihuahua, “Villa plagió a 110 mujeres y las llevó a su campamento, donde él y sus hombres las violaron. La prensa reportó que algunas de ellas murieron dos días después a consecuencia de los abusos y otras más quemada vivas en sus casas, debido a los incendios provocados por los villistas”. Sobre el mismo hecho, Katz, citado por el prologuista Raúl Herrera Márquez,dice: “[Villa] quería ejecutar a los miembros de la defensa social […] pero cuando los integrantes se enteraron de que los villistas se acercaban huyeron a las montañas. Villa entonces reunió a sus mujeres y dejó que sus soldados las violaran”. Un gran hombre, sin duda.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.