El sombrío espectáculo comenzó el miércoles cuando el fiscal Alejandro Gertz Manero, al final de su reunión con la prensa, reiteró la promesa de una visita guiada al Rancho Izaguirre al día siguiente: “Vamos a ir con ustedes —les dijo a los reporteros—, vamos a facilitar el transporte desde Guadalajara hasta el lugar de los hechos y de regreso, nos dará mucho gusto que nos acompañen”. Así, como si fuera una fiesta: “nos dará mucho gusto que nos acompañen”. Sin embargo, el escurridizo y mañoso funcionario plantó a sus invitados, no solo a los periodistas sino, sobre todo, a los familiares de las víctimas.
En Palacio Nacional, este viernes la presidenta Sheinbaum comentó: “Me pareció muy bien que el fiscal haya abierto el lugar para que cada quien saque sus conclusiones. (…) Sería bueno que (los asiduos a sus conferencias) vinieran a relatar lo que vieron”.
La crónica de la visita a ese lugar se hizo desde mismo el jueves en redes sociales y medios electrónicos y digitales, y ayer amaneció en la prensa escrita. En MILENIO, Dalia Rojas y Josefina Ruiz consignaron: “(al interior del rancho) no había rastro de zapatos, maletas, libretas o artículos personales. Era como si nunca hubiera tenido ocupantes”.
La desolación zarandea y la imaginación se desborda al pensar en ese infierno. La indignación también se desborda ante la falta de respeto de Gertz Manero y de las autoridades de Jalisco, ausentes, insensibles —aunque digan lo contrario— ante el llanto, desesperación y rabia de los familiares ahí reunidos, muchos procedentes de sitios lejanos.
“¿Ya no encontraron nada?”, le preguntó, a la salida del rancho, Alejandro Domínguez a una señora cuyo esposo desapareció hace seis años. La respuesta duele: “No, no hay nada. Que nos dejen cuidar, excavar y verán que vamos a sacar muchos indicios de nuestros desaparecidos. No se vale. No hay autoridades que den la cara. No hay nadie que te diga qué ha pasado con todo esto. Esto nada más lo hacen para hacer un teatro. Sentimos mucho coraje, mucha impotencia, mucho dolor porque ya estamos cansados”. Ojalá alguien, pronto, los escuche.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.