El bravucón del norte no esperaba la contundente y educada respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum a sus provocaciones y amenazas. Tampoco, ni mucho menos, la enérgica y patriótica reacción de los legisladores del oficialismo, de sus moneros y comentaristas a sueldo, unidos en torno a ella. La mandataria mexicana no está sola, y ella lo sabe. Tiene también al pueblo bueno de su lado y, además, desde el sureste la ilumina un rayo de esperanza, despejando su camino, aclarando sus ideas, enviándole breves y chulos mensajes de pasmosa claridad, tan fáciles de entender como las reglas de ese juego infantil llamado rayuela —“avión” entre nosotros.
Con una personalidad y un estilo de gobernar propios, con una rigurosa formación científica, Sheinbaum no abandona sino enriquece la herencia de su antecesor. En su epístola y en su conversación telefónica con el magnate neoyorquino, así como en sus conferencias matutinas, el espíritu y las palabras del padre fundador están presentes.
Cuando AMLO enfrentó las críticas de Estados Unidos por su inacción frente al narcotráfico, habló de primero atender las causas del problema y de impulsar campañas contra el consumo de drogas, un fenómeno —dijo—, en especial con el fentanilo, de mínimas repercusiones en México. Siempre didáctico, explicó: “Nosotros no tenemos esa adicción. ¿Y por qué? Por nuestras culturas, por nuestras costumbres, nuestras tradiciones, por la integración de las familias. Y eso hay que seguirlo manteniendo”.
Sheinbaum coincide con él. Al referirse a las advertencias de Trump por el tráfico de fentanilo hacia su país, comentó: “Nosotros negociamos como iguales, aquí no hay subordinación, porque nosotros somos un gran país, y nosotros somos mexicanos y mexicanas trabajadoras, trabajadores. (…) Y aquí las familias mexicanas nos juntamos, nos queremos; por eso, no tenemos la crisis de fentanilo que tienen los Estados Unidos, y eso es un orgullo de las mexicanas y de los mexicanos, y es para presumirlo en todo el mundo”.
Nada como las familias mexicanas (de la 4T): se protegen, prosperan y son endiabladamente felices.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.