El mexicanísimo Club Guadalajara se arrodilló ante dos extranjeros (Hierro y Gago) para entregarles las llaves del reino; de forma ciega creyeron en ellos y los posicionaron como los grandes conquistadores.

Javier entregó su alma al mal jugar y su aparente jerarquía se la obsequió a la actuación deplorable de los suyos a los cuales no les ha infundido nada.

El 2024 fue un año fatal para Santos. La erosión provocada cada semestre fue abrumadora, semana tras semana era un mal fin por cualquier lado que se le viera.

Por encima del Cuerpo Técnico están los jugadores. Y eso mientras no se acepte como tal, no habrá real enmienda.

Ha terminado un torneo de pesadilla para Santos y su afición. A nivel nacional, los que en alguna ocasión estuvieron atentos a lo que este equipo ofrecía hoy se asombran de lo sucedido.

Duele y con tristeza que alguien venga casi a burlarse, en buena lid, de lo que es la cruda e incómoda realidad de este descuidado Santos.

La institución cobra conciencia de su presente, se ocupa y preocupa pero también se percata que sola se metió en un tobogán del cual sus normas no le permiten respirar con tranquilidad.

Ser líder general es un privilegio, gran responsabilidad pero también enorme riesgo.

La escoba no la sacaron y menos si se iba a tratar de los gloriosos Yankis que mucho le han aportado a la historia del beisbol.