No cabe la menor duda de que Donald Trump es y será una pesadilla para casi todo el mundo. Por supuesto, los menos preocupados son los ciudadanos estadunidenses que lo llevaron de nuevo a ocupar la presidencia de la potencia económica más importante del mundo.
Para ellos (los que votaron a favor) las preocupaciones son menores, ya que piensan que impulsará el crecimiento económico, lo cual es posible en el corto y mediano plazos; sin embargo sus políticas económicas pueden generar problemas en el largo plazo, ya que sus iniciativas implican más endeudamiento y mayores déficits fiscales, cuando lo que requiere esa gran potencia es lo contrario.
Este personaje es tan narcisista que solo le importa lo que suceda en los próximos cuatro años, lo que venga después lo dejará para que quien lo suceda lo resuelva, pero fuera de Estados Unidos, casi todas las naciones viven la incertidumbre de las acciones que pueda tomar.
En el caso de México, yo sí estoy preocupado, porque Donald Trump nos puede hacer mucho daño; por supuesto, lo más serio será el tema de los aranceles a nuestras exportaciones hacia su país, un impuesto generalizado de 25 por ciento sin lugar a duda afectará nuestro comercio exterior, que representa una parte importante del producto interno bruto; no sabemos si lo llevará a cabo, pero yo creo que algo nos impondrá, ojalá y me equivoque.
Las deportaciones masivas de paisanos también será un grave problema, y más ahora, cuando la creación de empleos formales en nuestro país cayó de forma significativa en 2024; esto seguro también repercutirá en el envío de remesas.
Respecto a sus pretensiones de resolver los problemas de inseguridad, si lo hace a través de acciones directas en nuestro territorio sin nuestro consentimiento, el gobierno llevará las relaciones con Estados Unidos a un punto muy bajo, lo cual no le conviene a nadie; la relación con este vecino siempre ha sido complicada —basta con echarle un vistazo a nuestra historia—, aunque en las últimas décadas éstas habían mejorado de manera sustancia; lo anterior sería darle reversa a lo logrado hasta ahora.
Lo único que podemos hacer es negociar con inteligencia, con realismo, sin soberbia y, por supuesto, estar más unidos que nunca; juntos, sector público y sector privado, seremos más fuertes. Para lograr lo anterior es imprescindible dejar fuera las ideologías extremistas que pretenden imponer los personajes radicales de Morena, y optar por políticas públicas pragmáticas que nos lleven a fortalecer nuestra economía interna.
El Plan México es un buen inicio, claro que le falta mucho contenido en cuanto a cómo vamos a lograr las ambiciosas metas que ahí se plasman, pero es un principio. Seamos prácticos y realistas, tratemos de que esta pesadilla que representa el nuevo presidente de Estados Unidos nos lastime lo menos posible.