Mito y reformas

Ciudad de México /

Los países con aspiraciones mayores a la supervivencia necesitan un mínimo de criterio, el gran ausente de nuestra vida pública. Las formas de esta semana deberían causar poca extrañeza. Por la reforma judicial, el fundamentalismo pragmático, beatificador de los peores rostros nacionales, se llenó de orgullo al aplaudirle a quien se relaciona con la criminalidad más soez.

La suma de adscripciones valida todo. Falta tiempo para que la incomodidad arroje fracturas. El movimiento que desconoce el significado de responsabilidad política extiende sus fueros y aprovecha la idiosincrasia partidista.

Vemos al extorsionado, sabemos de su naturaleza. Asumimos sin escándalo la propia del extorsionador, convencido de que serlo es licencia del poder a la mexicana. La corrupción es la forma más eficiente de alimentar las bases en cualquier sistema.

Los instintos reaccionarios se volvieron a apoderar de este país a través de la herramienta política más antigua: convencer a un pueblo de ser el elegido. Promesa del voluntarismo para ocultar desgracias e incapacidades.       

El triunfalismo que coquetea con lo fascista prefiere ver un gran inicio de gobierno en la tropa formada y finge no saber de la protesta callejera. Confían en que la reacción no se sostendrá. Esperan que el descontento por la reforma judicial se diluya. Todos los partidos en el Congreso de Oaxaca votaron a favor de ratificarla. Cuenta con los signos del capricho mientras la entrega de la Guardia Nacional a la Defensa es ejercicio racionalizado que enaltece pulsiones autoritarias hasta romantizarlas.

La masa nacionalista es ajena a la democracia plural.

Ante el enojo de un sector no hay intención de buscar una salida política. El oficialismo simplemente niega su validez.

Un rasgo característico de ciertos gobiernos es su capacidad de hacer política identitaria en cada aspecto de la existencia. Arrojan su sombra sobre el conjunto y obligan a encontrar la forma de reinstitucionalizar las inquietudes sociales. El proceso es lento. A veces, las sociedades pagan las consecuencias del caos y otras se acostumbran. Sobre todo, cuando el caos se justifica en nombre de mitologías, la de la patria, la de la soberanía, la del pueblo. 


  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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