El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha amenazado una y otra vez con aplicar aranceles generales del 25% a las importaciones de México y Canadá, y un arancel adicional del 10% a las importaciones chinas ante la demanda de la Casa Blanca de frenar el flujo de drogas ilegales, especialmente el fentanilo, y la inmigración ilegal hacia el país del norte.
Esto ha traído una alta tensión no solo en el contexto de Norteamérica sino también en el internacional al ser uno de los principales bloques económicos del mundo que de entrar en crisis provocaría una catástrofe mundial.
Algunos analistas prevén una recesión económica debido a la alta dependencia de las exportaciones hacia el vecino del norte, lo que traería como consecuencia un golpe al bloque que integra el T-MEC lo que no conviene a nadie pues desde el acuerdo comercial celebrado en la década de los 90 los tres países quedaron en calidad de siameses.
Sectores clave como la manufactura automotriz, electrónica, energética y agrícola se verán gravemente afectados y en el horizonte se anticipan pérdidas de empleo, disminución de inversiones.
Aunque Trump argumenta que los aranceles beneficiarán a la economía estadounidense, la mayoría de los economistas advierten sobre un impacto negativo en consumidores, trabajadores y productores pues se prevé un aumento en los precios de los productos importados, lo que afectará el poder adquisitivo de los consumidores.
El nuevo escenario comercial plantea desafíos significativos para la estrategia económica de México, incluyendo el “Plan México” de la presidenta Sheinbaum, plan que por cierto ha sido bien recibido no solo por la iniciativa privada de nuestro país sino también por los inversionistas extranjeros que han manifestado su apoyo a esta política de la administración federal.
Lo que es inminente es que la resolución de las diferencias comerciales entre Estados Unidos y sus socios requerirá negociaciones complejas y un enfoque multilateral, para lo cual se cuenta primero con figuras importantes en el marco de la revisión del T-MEC en 2026 y la gran ventaja que representa el poder del bloque económico de Norteamérica frente al crecimiento del bloque asiático.