En la política, como en la vida, una de las claves del éxito debería ser la consistencia. Ayer escuché en una conferencia al nueve veces medallista olímpico Carl Lewis y una de las palabras que más se me quedó fue esa: “consistencia”.
El éxito de las políticas públicas, entre otras cosas, como estar hechas con base en experiencias de trabajo de campo, es, sin duda, que sean consistentes y exista continuidad cuando han demostrado ser políticas exitosas, medibles cuantitativa y cualitativamente.
El éxito de los proyectos personales va en la misma línea, ser consistentes en las metas que nos vayamos fijando, porque el éxito, sin duda, requiere tiempo para ir mejorando e irse perfeccionando. Pero si ni siquiera nos damos oportunidad de experimentar también los fracasos y a la primera renunciamos, perdemos la oportunidad que nos brinda la consistencia.
Así que yo hoy les confieso que experimenté un bloqueo literario y una especie de huelga intelectual que no me estaba permitiendo sacar adelante mi compromiso de todos los viernes conmigo, con ustedes y con MILENIO, que es entregar esta columna.
Sin embargo, recordé este tema de la consistencia y de no dejarnos vencer por actores externos o internos que se vuelven enemigos y por eso les quise compartir esta palabra consistencia en todo lo que hagamos en la vida: que nos apasione, nos llene, nos guste, nos complemente, ya sea trabajo, relaciones, sueños… porque los frutos mismos de estos retos son esas sensaciones insuperables del deber cumplido.