El carácter, conocimientos y virtudes de una persona no resultan simplemente de la cultura y socialización, que cuentan mucho, ciertamente. Para la formación debe tenerse en cuenta que cada ser humano es persona, lo que implica que posee un elemento trascendente que llamamos espíritu y que va más allá de la cultura y la sociedad y hace a cada una irrepetible. Respecto a esta realidad personal tiene la educación su mayor compromiso.
Cada ser humano comparte la misma esencia o naturaleza con todos los demás seres humanos, pero su persona es única y se manifiesta en los rasgos que conforman lo que llamamos personalidad. Esto no es ajeno a la labor educativa, porque significa que el desarrollo de cada uno es el objetivo de la educación. El servicio que la educación ofrece a la persona es el desarrollo de su ser como hombre, de su naturaleza, pero al mismo tiempo, el desarrollo de su personalidad y por lo mismo, su perfeccionamiento como persona.
Juan Pablo II decía que la educación consiste “en ser el hombre cada vez más hombre; en que él pueda ser más y no solamente tener más; y, en consecuencia, a través de todo lo que tiene, todo lo que posee, sepa él cada vez más plenamente ser hombre. Para esto es necesario que el hombre sepa ser más no solamente con los otros, sino para los otros”.
Por ello la educación, además de ser adquisición de cultura y de ayudar a la socialización de cada uno, es formación integral de lo que es propiamente humano y busca que se progrese en lo más noble y humano. De ahí que la educación en lo más profundo, es espiritual y moral. Decía también Juan Pablo II, en la UNESCO en 1983, que lo más importante “es siempre el hombre, el hombre y su autoridad moral que procede de la verdad de sus principios y de la conformidad de sus acciones con estos principios”.
Se puede alcanzar de este modo una conclusión: la educación es un elemento básico de la vida humana, análogo al alimento, al vestido, a la vivienda (casa, vestido y sustento, que decían las abuelas pidiéndole a Dios). La educación es necesaria para que la vida humana se desarrolle en todos sus órdenes. De hecho está incluida en los derechos fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
Estos puntos que he señalado los sintetiza Restituto Sierra Bravo en su libro “Ciencias sociales y doctrina social de la Iglesia”. Concluye el apartado notando que siendo un derecho fundamental, la educación es a la vez una obligación que toca ante todo a los padres. Señalando también que todos hemos de contribuir a la educación con el buen ejemplo.