No solo los escasos triunfos y reducidas medallas que obtienen nuestros atletas en unos Juegos Olímpicos deberían de llamar nuestra atención. Hay otros varios puntos que tendrían que ser revisados con autocrítica y honestidad.
¿Cómo puede ser que casi de la nada dediquemos tanta atención y demostremos un interés hasta desbordado, durante escasos 20 días, a un asunto y a unos personajes que los casi cuatro años anteriores y los siguientes cuatro años, no nos importaron ni nos volverán a importar?
Pero así vivimos los mexicanos el deporte de alto rendimiento. Con una hipocresía enorme, con un oportunismo gigantesco.
Empezando por los medios de información dedicados al deporte. Todo es futbol, todo es futbol, todo es futbol (mexicano, europeo, sudamericano, que importa).
Si de pronto en la agenda aparecen otros eventos son para el futbol americano, o el basquetbol o hasta el beisbol de los Estados Unidos.
De nuestros atletas y entrenadores dedicados a los deportes que protagonizan las competencias del llamado “ciclo olímpico” (Centroamericanos, Panamericanos y Olímpicos), ni nos acordamos. Claro, a menos que aparezca alguna disputa o polémica extradeportiva.
Si algo sobresale en las transmisiones de las distintas plataformas que tienen los derechos de los juegos de París 2024, es el desconocimiento e ignorancia de muchos de los comentaristas y narradores, sobre los deportes y los deportistas.
Y luego, ante los resultados adversos, el siguiente punto de un guión absolutamente predecible es criticar a mansalva a los dirigentes deportivos. Unos a la Comisión Nacional del Deporte. Otros al Comité Olímpico Mexicano. Y luego todos contra todos. Periodistas, directivos, aficionados mismos.
Y lo peor, discusiones sin sentido, alegatos, sinsabores, reclamos que no se convierten en nada útil. Esto me resulta casi tan intolerable como las campañas políticas.