Más que enredarse en la interpretación de sus propias cifras sobre la asistencia de aficionados a los estadios de futbol, los directivos que tienen a su cargo la Liga Mx deberían de ponerse a trabajar en serio para mejorar lo que se denomina “experiencia” de acudir a cada uno de los inmuebles que tienen registrados como sedes cada uno de los 18 equipos.
Mientras no se dediquen a esto con verdadera autoridad y reales ganas, cada vez va a ser menor la cantidad de personas dispuestas a pagar un boleto sin garantía de buen trato, buenos servicios y cero riesgos de ser objetos de chantajes o robos, de violencia verbal y/o física.
Debería de acudir el presidente de la Liga Mx, Mikel Arriola y compañía como cualquier hijo de vecino a un estadio. Vivir la “experiencia” desde comprar los boletos, llegar sin trato “VIP” al inmueble (sea en auto propio o transporte público), ingresar al mismo, hacerse paso entre decenas de comerciantes con mercancía pirata. Luego, ya dentro, consumir la mayoría de los alimentos y bebidas a precios excesivos y sin higiene ya no digamos con equilibrio nutricional.
Quedarse en la comodidad de la casa o acudir al restaurante de preferencia para ver por televisión el partido que usted quiera es algo mucho más recomendable.
Pero en lugar de reconocer lo mal que se la pasa un individuo, un grupo de amigos, una familia en un estadio del futbol mexicano y asumir que esa debe ser una de las razones por la que se registra una notoria disminución de público a las tribunas, en la Liga Mx se hacen pasar por incomprendidos y maltratados por los medios que destacan este hecho.
Y ya no hablemos de los insalubres y asquerosos servicios sanitarios a los que hizo mención de forma autocrítica el Alto Comisionado, Juan Carlos Rodríguez, en la última sesión que tuvo con algunos periodistas que integran (entre ellos quien esto les escribe), de forma honoraria un Consejo Editorial de la Federación Mexicana de Futbol.
Llegar a este punto es reconocer que las cosas marchan mal, que nadie está pensando realmente en satisfacer y tener contento al elemento fundamental de todo esto: el público. La autocrítica por encima de todo señores funcionarios.