El América mereció ganar al Cruz Azul la noche del pasado martes, en el juego de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones de la Concacaf. Esto nadie lo puede discutir. Tuvieron muchas opciones de anotar gol que no se concretaron por la extraordinaria actuación del portero Kevin Mier. Y también por fallas increíbles de los atacantes americanistas.
En el juego de vuelta, que se jugará el próximo martes en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria (sede temporal del equipo propiedad de la cooperativa cementera), muy seguramente los dirigidos por el brasileño André Jardine concretarán su objetivo y se situarán en semifinales de este torneo.
No es un deseo, por supuesto. Es mi conclusión tras observar el potencial de ambos conjuntos. El América es un equipo poderoso en todas sus líneas. Se defiende con intensidad, compromiso y estrategia. Pero ataca por todos lados a sus rivales, con variantes indescifrables al mismo tiempo que efectivas.
Del otro lado, este Cruz Azul dirigido por el uruguayo Vicente Sánchez está realmente lejos de lo que mostraba hace apenas unos meses con el argentino Martín Anselmi al frente. Tiene un buen tono competitivo sin lugar a dudas. Pero más producto de la enorme calidad individual de casi todos los jugadores que componen su plantilla. No se nota que tengan a un estratega que sea capaz de potenciar el juego colectivo, ni tampoco el de nulificar el planteamiento del adversario.
Y esto que se ve en el torneo de la Concacaf se replica en la Liga Mx, donde el América, a falta de cuatro partidos para que concluya la fase regular del campeonato, marcha como superlíder y no se ve quién lo vaya a bajar de ese sitio.
No es momento de hacer campeón a ningún equipo y menos bajo el sistema que define al campeón en el futbol mexicano… No, pero no se ve a ningún rival (Toluca, Tigres, León, Cruz Azul), creciendo en su juego como para evitar el tetracampeonato de las Águilas.