Lo primero que tendría que hacer la Comisión de Arbitraje de la Federación Mexicana de Futbol es, con espíritu autocrítico, elaborar un informe de los errores que han cometido sus afiliados tan solo en lo que va del presente torneo.
Cuáles de ellos son producto de apreciaciones equivocadas, cuáles se dieron por franca ignorancia del reglamento, cuántas más equivocaciones fueron producto de la falta de personalidad adecuada de los árbitros… Y también cuántos de ellos se hubieran consumado si en el VAR se contara con la mejor tecnología para revisar las acciones de fuera de juego o cuando la pelota rebasó en su totalidad o no la línea de gol.
El caso es que transcurridas 12 jornadas reina el desconcierto al lado del malestar en casi todos los equipos y, por supuesto, entre los aficionados. Y no es un tema menor, pues le pega directo a la credibilidad de la Liga Mx.
Lo último que se dio fue de escándalo. Sucedió en el partido entre los Pumas y los Rayados del Monterrey, la tarde del domingo pasado en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria. A los Pumas les marcaron en contra un penal que a juicio de los expertos de la transmisión televisiva no era. Luego a los universitarios también les anularon un gol por una falta que nunca fue. Un gol en contra y un gol a favor provocaron la indignación de los azul y oro.
Estos errores son más graves aún si se toma en cuenta que el VAR revisó las jugadas y ninguna de las cinco o seis tomas de cámaras diferentes les hizo ver sus errores. ¿O si vieron el error de marcación en ambas y por alguna razón desconocida decidieron hacer caso omiso?
El tema es que cuando aparecen de forma justificada preguntas como la anterior, la que sale perdiendo es la competición, o sea, todos los que forman parte de este negocio. El bien más cuidado en una competición deportiva debe ser la credibilidad de la misma. Si este valor es endeble o es atacado nada tiene sentido.