Es meritorio que los Rayados del Monterrey estén en la final de la Liga BBVA tras haber tenido que despedir al entrenador con el que arrancaron el torneo, el uruguayo Diego Alonso... cuando, además tuvieron que improvisar un relevo desastroso en el mando con el interino José Treviño. Hasta que se decidieron por invitar de nuevo a Antonio Mohamed.
Pero creo que resulta mucho más reconocible lo que tuvo que sortear el América en esta campaña. Perdieron ya arrancado el campeonato a dos de sus principalísimas figuras: el portero argentino Agustín Marchesín y al volante colombiano Mateus Uribe, ambos transferidos al Porto de la liga portuguesa. Lograron para reponer esas bajas la repatriación de Guillermo Ochoa y Giovani dos Santos y la incorporación de jugadores como el paraguayo Richard Sánchez y el uruguayo Federico Viñas... pero tuvieron que deshacerse del francés Jérémy Ménez, quien nunca pudo entrar a la disciplina del equipo.
Miguel Herrera enfrentó múltiples lesiones que obligaron a jugadores como el chileno Nicolás Castillo y el argentino Nicolás Benedetti a estar alejados del primer equipo... lo mismo con Gio, al que le terminaron rajando la pierna durante el Clásico contra las Chivas.
Pero si esto no fuera suficiente para destacar la gestión que hizo de todas estas crisis el cuerpo técnico comandado por el Piojo y bien respaldado por Santiago Baños, hay que añadir las actitudes caprichosas de elementos como el delantero colombiano Roger Martínez, de quien se dice ha fingido lesiones.
Y una más, la tensión con la que ha tenido que trabajar la máxima figura de este plantel, el argentino Guido Rodríguez, a quien constantemente se le menciona en transferencias al futbol europeo que no se han concretado, pero que sí le han metido un ruido innecesario que forzosamente lo aleja de la concentración mental adecuada.
Por todo esto que el América esté en la final es muy meritorio. Y esta gestión no tiene nada que ver con que el equipo tenga un gran presupuesto.