Mujeres satánicas

Ciudad de México /

Me metí en varios libros a buscar historias de epidemias y capítulos del agua en el pasado mexicano. Fui a parar al siglo XVII, durante mucho tiempo llamado el siglo olvidado. No encontré mucho en esas páginas de enfermedades e inundaciones, pero entre mulatos, negros, indios, criollos y españoles regresé a un episodio olvidado: el de la misoginia de la Iglesia en la Ciudad de México.

El nombres es conocido: Francisco Aguiar y Seixas, arzobispo de México entre 1682 y 1698, odiaba a las mujeres, una aversión patológica: las mujeres no podían entrar a su palacio sin que fueran excomulgadas y los hombres no podían presentarse con sus cónyuges ante sus ojos.

Aguiar y Seixas mandó construir un reclusorio para prostitutas, mujeres pobres, abandonadas, mujeres a quienes sus padres consideraran frívolas o vanidosas. El tenebroso lugar se llamaba Belem. Para el arzobispo las mujeres eran la causa de toda perdición.

Aguiar encontró a tres curas psicópatas: Domingo Pérez de Barcia, Pedro de Arellano y Sosa y Juan de la Pedroza. A ellos les confió la construcción de un nuevo reclusorio, más grande y más severo con las mujeres.

Los tres curas enloquecieron, pero sobre todo Barcia: este enviado de Aguiar y Seixas sostenía que sus pupilas estaban poseídas por el demonio. Barcia echaba espuma por la boca y rodaba por el suelo en dolorosas convulsiones aullando como un perro y golpeándose el pecho, cuenta Kandell en su magnífica historia de La capital. Creía que lo atacaban mujeres.

Aguiar y Seixas quiso internarlo en el asilo para dementes de la Ciudad de México, pero el padre Pedroza convenció al arzobispo de que en realidad el demonio maltrataba a Barcia por el éxito que había tenido exorcizando mujeres.

Barcia parecía tocado por una maldición invencible. Lo confinaron en un hogar de retiro para clérigos, pero sus ataques psicóticos no cesaron. Como a las mujeres que dijo exorcizar, lo privaron de alimento, lo golpearon y no pocas veces rezaron por él. Un día subió a lo alto del edificio y se lanzó al vacío. Sobrevivió a la caída y al abismo interior de su locura. Sus pupilas rebeldes nunca dejaron de ver mujeres satánicas.

La Iglesia no dejó de perseguir mujeres, el reclusorio funcionó dirigido por Sosa y Pedroza. Mientras tanto, sor Juana Inés de la Cruz escribía la gran poesía en español del siglo XVII.


Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.