'Pedro Páramo'

Ciudad de México /

Sostengo que Pedro Páramo es infilmable y que Rodrigo Prieto es un gran cineasta. Ambas cosas pueden ser posibles si uno ve la nueva versión de la novela de Juan Rulfo en el cine. La verdad me senté a ver desconfiado y sin esperanza. Como los lectores que saben de libros porque han leído mucho, yo sé de cine porque he pasado horas y horas ante lo que en aquel entonces se llamaba la pantalla grande.

Los primeros treinta minutos me pusieron muy nervioso: ¿será posible que Prieto haya logrado un gran Rulfo en el cine? Tres puntos a favor: Tenoch Huerta muy bien, el guion, que sigue literalmente a la novela, y la fotografía a cargo de Prieto.

De pronto, los planos generales devoran la historia, mientras que la novela debería ser filmada a través de lo que ve Juan Preciado, digo sin saber, entonces el espacio-tiempo nos explica la novela: este es un gato con los pies de trapo. Aun así, la película va entre las calles oscuras de Comala. El principio es extraordinario.

Pasa el tiempo de la película y la novela y de pronto la oscuridad se convierte en gran color, caballos briosos, una hacienda recién construida, unos minutos de Como agua para chocolate, es decir, una telenovela de las 9 de la noche, Destilando amor, en el Canal de las Estrellas.

Hallazgos: el cura, Roberto Sosa, un portento de personaje rulfiano y fulgor, Héctor Kotsifakis, gran actuación. Otra paradoja, Pedro Páramo, Manuel García, lo más débil de estas oscuridades y Susana Sanjuán, Ilse Salas, cuya masturbación dura una eternidad. Oscuridad y color, el gran desacierto de la película. Se dice fácil sobre todo si pretendes entrar al túnel de Pedro Páramo.

No me quiero pasar de listo, pero una película fallida nos ha presentado a un cineasta magnífico. Prieto ha intentado una versión decorosa de un clásico sin temor a equivocarse y lo ha hecho con gran sentido literario y artístico, pero Pedro Páramo es infilmable. No sé qué opinen los expertos, yo hablo desde el libro, al que volví cuando terminó la película.

Seguiremos atrapados para siempre en ese pueblo que, como dice el narrador, “está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija”.

Pedro Páramo se rehúsa a entregar su verdad última. Estamos ante un clásico que atraviesa la luz de la pantalla.


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