Despierto. Me sirvo un café exprés, si no es expreso no tomo. Le di el primer sorbo, una gloria, y pensé que si la muerte me busca no tendrá ningún problema en encontrarme. A estas edades soy visible desde lejos para la Gran Señora.
Pero no es de la muerte de lo que quiero escribir sino de su antípoda, el amor. Eros y Tánatos, dijo el clásico. En mis años de juventud, el sexo se liberó de las cadenas morales y estalló una rebelión de la intimidad. Hombres, mujeres nos soltamos el pelo, yo lo traía hasta los hombros y alguna vez me hice una cola de caballo. Mi padre se daba de topes, no entendía que los hombres lleváramos el pelo largo. Mi madre, más comprensiva, sólo me rogaba que diera mi brazo a torcer y mandara a lavar mis pantalones de mezclilla, ya se paran solos, Rafa.
No sé si me toca estar del otro lado del mostrador de la vida. No tengo ninguna consideración moral si el asunto se refiere a las nuevas sexualidades: elles, trans, pan, pun, pin, pero no las entiendo. A lo largo de mi vida he tenido amigos gays, amigas lesbianas y nunca hicimos un escándalo por su elección de objeto. No se espanten, pero había tríos, orgías, fiestas donde había de tocho morocho (así se decía, no se burlen). Tal vez lo que no entiendo es la ideología, pero no pienso meterme en camisa de once varas.
Más cercano a mis tiempos: el poliamor. Lo considero impracticable y creo que termina siempre en un ring emocional de box desesperado. Baruch Spinoza escribió en su inconcluso Tratado político que “un mismo afecto no puede desplegarse en dos direcciones divergentes”. El poliamor es por definición una forma de relación amorosa y/o sexual con diferentes personas, con el consentimiento de todos los participantes.
La respuesta al poliamor la tuvo Barthes en el episodio que le dedica a los celos en Fragmentos de un discurso amoroso. El sentimiento que vive el celoso, dice Barthes, se sufre cuatro veces: se sufre porque se está celoso, se sufre por el reproche personal de estarlo, se sufre por el temor de herir al otro mediante los celos y se sufre por someterse a un sinsentido, a una nadería.
Ya dije que estoy del otro lado del mostrador: ¿cuánto me dijo? ¿medio kilo de amor exclusivo? ¿Un kilo y medio de relaciones abiertas? Déjeme ver si me quedan.