Un hombre de acción

Ciudad de México /

Desperté temprano, un destello de luz le disputaba su reino a la oscuridad. Me hice un café exprés doble, si no es exprés, no tomo café. En la mesa de la sala tengo una pila de libros, los acometo como los alpinistas a las montañas, pero no siempre llego a la cúspide. De pronto me dio por pensar que el ocio está muy sobrevalorado. Sé que puedo estar equivocado, pero con los años aprendí que el ocio es la suspensión de uno mismo. Entonces abuso e invento mil maneras de acabar conmigo mismo a través de la responsabilidad o el compromiso. Mala cosa.

Quien ejerce con gran libertad el ocio, se convierte en un transformista, fabricante de vidas imaginarias. En mi lista de ocio y tiempo libre no salgo bien librado: lecturas locas, no profesionales; charlas y trago en ensoñaciones del pasado y el porvenir; ver futbol y otros deportes, desde luego, y caminar. Según yo, hacer ejercicio no califica como ocio, se trata de trabajo. ¿El sexo califica como ocio?

O sea: voy poco al cine, no monto a caballo, no pinto en el lienzo, no toco la guitarra, nunca he estado tres meses en el Tibet, no juego golf y no estoy jubilado; amo el mar, pero me inspira un raro respeto, y miren que sé nadar; no me tiendo en la cama a ver el techo y meditar.

La verdad, soy poco interesante, aunque mi cabeza siempre está en movimiento y no pocas veces es mi enemiga y me tiende trampas serias. Ah, y la música, pero no se imaginen cosas clásicas: gran rock de los setenta, con eso tengo de sobra. Series en Netflix o cualquier plataforma, eso que ni qué. Siempre quise vivir de libros: en cierto sentido lo logré. En realidad, me gustaría vivir a la trompa talega.

Camino. Aprendí en Walter Benjamin la idea del flaneur, el caminante, el paseante, el que descubrió que las ciudades nos volverían anónimos. Puedo caminar grandes distancias y ver una y otra vez edificios, recorrer parques, estudiar árboles. Y eso era el flaneur, un observador melancólico, un caminante sin fatiga.

Me propongo fortalecer mis reservas de ocio y tal vez me convierta en un hombre de acción, ya mayor, pero de acción. ¿Y si tomo clases de baile?


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