El mundo detenido… ¡Qué alivio!

Ciudad de México /

Con la política en estado de temporal hibernación y el caminar occidental detenido en conmemoraciones astronómicas aderezadas de una religiosidad que apenas sobrevive al embate del consumo dictado por el todopoderoso mercado, podemos dirigir nuestra mirada hacia otros horizontes.

La vida pública transcurre delante de nosotros, espectadores no enteramente consintientes, y el desaforado egocentrismo de la clase gobernante nos ha obligado a asistir a una suerte de tablado en el que ellos, los adalides en funciones oficiales, actúan papeles estelares que en manera alguna debieran desempeñar, espacios que tendrían que ser mucho más reducidos y de menor impacto en nuestra cotidianidad.

El mejor de los mundos sería aquel en que las faenas de los poderosos de turno fueren un mero trámite —una labor insulsa y saludablemente monótona— en lugar de las epopeyas que pretenden estar protagonizando quienes se han arrogado, aquí y ahora, un histórico papel transformador.

En algún momento di cuenta, en estas líneas, de mi experiencia personal en una nación, Países Bajos, donde la gente prácticamente no se enteraba de la existencia de tal o cual ministro ni mucho menos se dejaba embelesar por la figura de un jefe de gobierno, así fuere que los neerlandeses salieren a las calles, ahí sí, a celebrar el cumpleaños de Su Majestad la Reina Juliana (o creo que era ya Beatrix).

El Estado mexicano no lo encabeza monarca alguno —con todo y que el anterior mandamás nos avisara que el Reino de Dinamarca era el paradigma que se dibujaba en el horizonte de las conquistas nacionales— sino que una sola persona, la presidenta Sheinbaum, funge como jefe de gobierno (allá, en las apacibles comarcas danesas, es la primera ministra, de nombre Mette Frederiksen) y jefe de Estado (Frederik André Henrik Christian, de la casa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg-Beck, fundada en 1825 —Federico X, para los amigos—, es quien encarna la soberanía en las tres naciones que constituyen el Reino de Dinamarca).

Más allá de estas precisiones, nuestra ambición de ciudadanos —una promesa, desafortunadamente, que jamás formulará ningún candidato en estos agrestes territorios estadounimexicanos— debería de ser el aburrimiento. Sí, señoras y señores, que no acontezca nunca nada relevante y que las acciones de quienes llevan las riendas de doña Administración se limiten a gestionar presupuestos, a reparar baches, a asegurar el suministro de medicamentos, a dar mantenimiento al alumbrado en las avenidas y, desde luego, a procurar que los mexicanos malos no extorsionen, secuestren y maten a los buenos (tarea mayor, hay que decirlo)

En fin, que así de tranquilo siga el mundo —por el momento y unos días más— para poder hablar de temas apasionantes como la esclavización impuesta por las pantallas de celular, el aislamiento de las personas, el pernicioso individualismo de la gente y el consumo juvenil de alcohol. Pues eso, oigan. 


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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