Estadios a los que se pueda ir

Ciudad de México /

Los seguidores de doña Liga MX acuden cada vez menos a los estadios, según parece. No la pasan bien allí, rodeados de tipos rijosos y vulgares, apoltronados en asientos incómodos o en bancas de cemento vil, acosados por los vendedores de baratijas y obligados a pagar un dineral por una simple chela. En lo que toca a las instalaciones sanitarias, pues malolientes y mal equipadas.

No es el lugar ideal para llevar a la familia, con todo y que en las gradas vemos a chicos y chicas acompañados de sus padres. Hay lugares bien civilizados en este país, desde luego, y les puedo decir que el estadio de Aguascalientes es un espacio muy disfrutable y recuerdo todavía estar en la fila de entrada detrás de una mujer joven que llevaba a su nena de unos ocho años a un partido del Necaxa. Ellas dos, nada más, sin la experiencia de ser molestadas por los brutos de siempre y sabiendo, la madre, que iban simplemente a pasar un buen momento.

Tengo también en la memoria una tarde en el precioso estadio de Anoeta, donde juega la Real Sociedad de San Sebastián (Donosti, en euskera, el habla de los locales), en la Península de la cual provinieron en su momento nuestros antepasados ibéricos, y me sorprendió agradablemente el ambiente armonioso y cordial, la ejemplar urbanidad de la gente, la educación del público y su disposición a estar ahí sin mayores problemas ni contratiempos.

Hablando, justamente, del comportamiento de los aficionados en el Reino de España, recuerdo de la misma manera haber estado en alguna calle de Madrid antes de que comenzara el partido del Atleti contra algún rival y haber visto desfilar a los feroces miembros de las tales “barras”, o como se llamen, grupos de ultras fanatizados y violentos: de terror, esos sujetos, para darse la vuelta y no dirigirles siquiera la mirada. La otra cara de la moneda.

Y, bueno, otra tarde, en estos pagos, en el espléndido estadio que construyó Javier Vergara para mis Chivitas: instalaciones de clase mundial, dignísimas, modernas y con estupendos equipamientos. Vaya legado que dejó ese hombre.

El tema es que el tercermundismo lo tenemos en este país a la vuelta de la esquina: para mayores señas, un aeropuerto desvencijado y cochambroso en la mismísima capital de todos los mexicanos, carreteras mal señalizadas y repletas de baches, ruinosas oficinas públicas, en fin, esto lo sabemos y lo vemos todos los días.

Los señores directivos del balompié, a diferencia de los señores gobernantes municipales o estatales o hasta federales, tienen más dinero en sus arcas o se supone, por lo menos, que el fútbol profesional es algo rentable. Podrían, entonces, acondicionar estadios de lo mejor. Y lo más curioso es que, al pretextar que los clubes de la división inferior carecen de dinero para mantener buenas instalaciones, no permiten el ascenso y consolidan así sus prácticas monopólicas en la primera división.

Pues, algo tendrán que hacer si no quieren que el deporte favorito de los estadounimexicanos se vuelva una costumbre, arraigada e irreversible, frente al televisor.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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