Pues sí, fue catastrófica la actuación del otro piloto de Red Bull en el Gran Premio de Japón. Sigue en el segundo lugar de la clasificación, sin embargo, por encima, a estas alturas todavía, de sus más cercanos perseguidores.
No paran las críticas, desde luego. Quienes se ensañan particularmente son los comentaristas de la prensa neerlandesa –con la muy oportunista colaboración de antiguos corredores que compitieron sin pena ni gloria en los circuitos— como si la mera participación de Checo Pérez al lado de su compatriota no tuviera merecimiento alguno y como si esa condición de escudero de Verstappen lo redujera a la categoría de un advenedizo, de alguien que se encaramó al puesto sin tener las cualidades requeridas.
Luego del comentario de Helmut Marko de que la mentalidad “de suramericano” del tapatío (Guadalajara ya está en el sur de nuestro subcontinente, por si no se habían ustedes enterado) lo hacía competir de manera diferente a los alemanes, los austriacos o los propios neerlandeses, se han acrecentado las sospechas de que Pérez, en efecto, está pagando el precio de ser mexicano.
Este escribidor no suele atender los murmullos que alimentan el sempiterno victimismo de nuestra raza de bronce pero, qué caray, los prejuicios de siempre de muchos europeos –y de sujetos de otras proveniencias entre los cuales podrían encontrarse los australianos, los japoneses o hasta los surcoreanos, gente que habita países muy prósperos y civilizados— son una realidad incontestable, inclusive a estas alturas de las cosas y en un mundo que condena ferozmente cualquier manifestación de racismo.
George Russell desbarató su coche a una vuelta de subirse al podio en la carrera de Suzuka y, en las propias palabras de Checo, casi nadie dijo nada mientras que las pifias del mexicano se magnifican por el hecho de ser parte de la escudería Red Bull.
Pérez no es Verstappen, naturalmente, pero, así como se ven las cosas, nadie es Verstappen en estos momentos. Algunos campeones de otras épocas y muchos comentaristas están declarando, desde ya, que el neerlandés es ni más ni menos que el más grande corredor de todos los tiempos. Estar a su sombra no es asunto sencillo, lo podemos imaginar, pero Checo, por lo pronto, debería de ser capaz de sobreponerse a la enorme presión que le están metiendo los envidiosos y mostrar, en las pistas, por qué sigue siendo el número dos de la suprema categoría automovilística.