El movimiento de las mujeres necesita de una primigenia rebeldía, de un componente revolucionario. Tiene que ser un desafío, una manifestación de rabia ciudadana, algo así como una provocación lanzada por aquellas que han decidido hacer escuchar su voz y hacerle sentir, a la sociedad entera, que son también poderosas, que tienen un peso decisivo en la economía y, por encima de todas las cosas, que sus derechos son tan absolutamente inapelables como los de cualquier otro individuo soberano.
Lo digo porque a la causa se han sumado actores del establishment, por decirlo de alguna manera, y entonces esto —lo del lunes 9 de marzo— se comienza a parecer al Teletón, o algo así. Se agradece, desde luego, porque sería mucho peor advertir que los bancos, las grandes corporaciones y las cadenas comerciales, entre otros entusiastas adherentes, se mostraran indiferentes o hasta contrarios. Pero, caramba ¿de dónde brota, de pronto, parecida marea feminista y cómo es que la gran jornada de protesta tiene parecida aceptación si, hasta ayer mismo, las mujeres estaban viviendo, precisamente aquí, las condiciones de desventaja de siempre, el sempiterno trato vejatorio, los horrores de la violencia criminal y el maltrato de los machos en el hogar?
La aprobación no es universal, hay que decirlo, y un sustancial porcentaje de las propias mujeres —cercano a los 40 puntos— no está de acuerdo con las acciones que tendrán lugar el lunes, concretamente con el hecho de que ninguna de ellas participe durante 24 horas en la vida pública de este país. Pero, más allá de que no todas las ciudadanas que pudieren, o debieren, sentirse concernidas vayan a participar y de que la adhesión de tantos nuevos actores resulte un tanto sorprendente, lo verdaderamente importante es lo que viene después y, en este sentido, el 9-M debería de tener un gran impacto social para que, a partir de ahí, comience una verdadera transformación de las cosas.
Por lo pronto, el tema de los feminicidios no puede seguir. Tiene que haber una respuesta concreta del Gobierno a una demanda tan absolutamente apremiante: fiscalías especializadas, cuerpos policiacos debidamente entrenados para prevenir los casos, investigadores, etcétera, etcétera, etcétera. Ya lo veremos...