¿Estamos soñando o así fueron las cosas ayer?

Ciudad de México /

El eslogan que ha cacareado machaconamente Donald Trump desde que decidió incursionar en la arena política —MakeAmerica Great Again— encierra una grosera falla de origen: está cimentado en una mentira.

En momento alguno han dejado los Estados Unidos de ser la más formidable potencia militar de los tiempos modernos ni tampoco ha decaído su economía en lo más mínimo. Han sobrepasado, por mucho, a las demás naciones del globo terráqueo.

China asoma las narices en el horizonte, es cierto, pero justamente por ahí va el tema: no dejar que se convierta en el país más poderoso del mundo, así sea que los chinos ya dominan en muchas regiones asiáticas y africanas.

El discurso del estrenado presidente en la Rotonda del Capitolio fue en algunos momentos declaradamente delirante, cargado de falsedades y teñido de un galopante patrioterismo. Se dirigía a sus seguidores, desde luego, pero la megalomanía del sujeto, pretendiendo que ha sido “puesto a prueba más que cualquier otro presidente” en los 250 años de la historia republicana de la Unión Americana y que en el atentado en Pensilvania fue “salvado por Dios para hacer a América grande de nuevo”, rebasó toda mesura: el hombre no es un redentor ni un mesías certificado por el Altísimo para consumar la más trascendental de las misiones sino, por el momento, un jefe de Estado como cualquiera de sus predecesores y nada más.

Prometió que “se recuperará” la soberanía (¿en qué momento la perdieron nuestros vecinos del norte?), que su “país florecerá y volverá a ser respetado” (de nuevo, ¿cuándo dejaron de ser respetados, más allá de que ahora vayan a ser temidos?) y que tiene el mandato de “revertir completa y totalmente una horrible traición” para devolverle al pueblo “su fe, su riqueza, su democracia y, de hecho, su libertad” (lo dice un hombre que permaneció con los brazos cruzados, como un espectador complacido, cuando sus seguidores tomaron por asalto la sede del Poder Legislativo y que, rodeado de millonarios complacientes, se apresta a instaurar una auténtica oligarquía).

Es apenas el comienzo y por encima del discurso triunfalista de ayer comenzarán a dibujarse, muy pronto, las señales dirigidas a sus enemigos políticos y opositores.La mentira es la primera amenaza para la democracia.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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