Llevo 15 años trabajando en el sector público. Soy empleado de base de la secretaría de Economía, sindicalizado. Mi mujer también labora en la burocracia, pero en otra dependencia federal, la de Ganadería. Y también tiene un cargo de planta, o sea, que no nos va a afectar la oleada de despidos del personal llamado de confianza que tendrá lugar en la próxima Administración. Pero, qué caray, estamos realmente muy preocupados por la descentralización de los entes del Gobierno que va a llevar a cabo el próximo presidente de la República.
Y es que, miren ustedes, hemos organizado totalmente nuestras vidas a partir del hecho de que nuestros puestos de trabajo están en la misma ciudad lo cual, además, nos parece algo completamente natural en los matrimonios. Digo, a lo mejor un padre de familia es, por ahí, representante de una empresa en diversos estados de la República o agente de ventas o encargado de una región y necesita, por lo tanto, viajar muy frecuentemente al interior del país. Pero aun en ese caso tiene un hogar al que retorna para convivir con sus hijos y su esposa. Y lo de aceptar tal o cual empleo es una elección personal, a fin de cuentas.
Esto es diferente: de pronto, quienes trabajamos en Economía habremos de afincarnos en Monterrey y toda la gente que labora en Agricultura deberá trasladarse a… Guadalajara. O sea, que, si queremos seguir trabajando, mi mujer y yo tendremos que vivir en dos ciudades diferentes, distantes de muchos kilómetros. Toda nuestra convivencia familiar se verá radical y drásticamente afectada.
Lo repito, llevamos años enteros trabajando en nuestra ciudad: aquí compramos nuestra casa —todavía no terminamos de pagar la hipoteca, por cierto, y si tuviéramos que mudarnos deberíamos de seguir cubriendo la mensualidad al banco, aparte de las rentas en dos nuevas localidades—, aquí están los colegios de nuestros hijos, aquí viven también sus amiguitos de siempre, aquí nos juntamos con los compadres cada fin de semana, aquí contamos con mis suegros cuando queremos que cuiden a los niños, aquí se ubican las tiendas que preferimos, aquí habitan mis cuñados y, aparte, aquí es donde queremos seguir viviendo, por gusto, por necesidad o por lo que fuere. ¿Les parece razonable que tengamos que deshacer nuestras vidas?
revueltas@mac.com
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