Atribuirle a la ciudadana Sheinbaum una colosal astucia puede parecer un tanto agraviante en tanto que esa destreza personal entraña cálculo, maña y artificio. El propio diccionario de la Real Academia Española define al astuto de manera no demasiado encomiosa: “adj. Agudo, hábil para engañar o evitar el engaño o para lograr artificiosamente cualquier fin”.
Mucho más aceptable, para ella y sus seguidores, serían los calificativos de inteligente y capaz, más allá de que se le supongan tales virtudes.
El asunto es que la antigua jefa de Gobierno de la capital de todos los mexicanos se las arregló, haya sido como haya sido, para pasarles por encima a todos los demás aspirantes: fue la única que logró conquistar la confianza del primer elector de la nación. Con la pena, pero Ebrard no pudo con la tarea, así sea que quiera reponer el proceso de selección para que los resultados terminen siendo… ¡un morrocotudo y directísimo desafío a la voluntad de quien decide desde las alturas las cosas! Vaya empresa quijotesca, por llamarla con elegancia.
Ya en plenas funciones como la sucesora designada, podemos preguntarnos sobre los verdaderos designios de Claudia Sheinbaum, es decir, plantearnos la interrogante de cómo es ella en el fondo y de qué forma pretendería gobernar.
En lo que toca al proceso para ganarse la madre de todos los apoyos, tendríamos tal vez que remontarnos lejos en el tiempo y localizar los primeros momentos de cercanía con quien terminó siendo su supremo benefactor. Hubo ciertamente una identificación común con los principios y causas de la izquierda (ese factor, dicho sea de paso, pudiere ser el más inquietante en tanto que apuntalaría el sectarismo que resulta de la adhesión temprana a una doctrina, por encima del sentido común que necesita la tarea de gobernar).
Lo que vino después, la absoluta fidelidad a su mentor, mimetizándose hasta el punto de imitar sus gestos y su lenguaje, pudo haber sido una prolongación de esa empatía temprana o, por otro lado, una estrategia tan calculada como… astuta. No lo sabemos.
Para enterarnos, tendría que apartar de su camino a Xóchitl Gálvez, ya sea para confirmarnos, gobernando, que es una copia al carbón de su antecesor o para revelarse ante el mundo como otra persona: ¿la verdadera Sheinbaum?