Milenio logo

¿México? Más vulnerable que los demás…

Ciudad de México /

Los canadienses andan en plan muy peleón: a Justin Trudeau lo vimos responder con gallardía a las amenazas de Trump y Mark Carney, primer ministro en funciones desde ayer, también ha desplegado una ejemplar firmeza, por no hablar de Doug Ford, el premier de la provincia de Ontario, que de plano avisó que podría llegar inclusive a cortar el suministro eléctrico que provee a los estados de Minnesota, Nueva York y Michigan.

En lo que toca a los europeos, han decidido plantarle cara al bully de la Casa Blanca y se han apresurado a aplicar tarifas a los productos que importan de la Unión Americana, así sea que la guerra entre el bourbon de Kentucky y los tintos del Viejo Continente —junto con el brandy, el whisky, las cervezas y los digestivos— tenga un desenlace de pronóstico muy reservado:Trump gruñe que les asestará un arancel de 200 por ciento a todas las bebidas alcohólicas en proveniencia de Europa (pues sí, algo muy esperable de un sujeto que no disfruta ni media copa de champán).

China es un caso aparte: ese gigantesco país es ahora uno de los grandes protagonistas del supremo combate por los mercados mundiales y aparece, en el mapa geopolítico, como el enemigo a vencer, no sólo para los Estados Unidos sino para unas naciones europeas que no quieren ver sus calles invadidas de autos eléctricos comprados a mitad de precio: las armadoras de Sochaux, Stuttgart o Turín simplemente no pueden competir con la modernísima industria automotriz china y, de paso, lo mismo puede decirse de Stellantis, General Motors y Ford, las firmas americanas del sector que, paradójicamente, más afectadas se verán si Trump mantiene los aranceles que ha decidido aplicar a las importaciones de acero y aluminio.

México, mientras tanto, ha sido muy cauteloso: algunos bravucones del partido oficial han soltado declaraciones obligadamente incendiarias en el Congreso, llevando el patrioterismo a sus más populacheros extremos, pero los operadores formales del gobierno han guardado las formas y por eso mismo se ha ganado nuestra Presidenta el temporal aprecio de Trump y su cuadrilla.

Hay que recordar de qué va este tema de tarifas: no se trata ya de celebrar acuerdos de mutuo beneficio sino de que una de las partes –Estados Unidos, para mayores señas— obtenga todas las ventajas. En los hechos, y llegado el momento de una abierta guerra comercial, es un esquema en el que todos pierden algo. Y, justamente, ahí es donde entran en la balanza las disposiciones de cada una de las naciones involucradas: ¿hasta qué punto se pueden imponer represalias al otro sin que la medida termine siendo demasiado perjudicial para los propios intereses?

A nuestro país, en este sentido, no le sobran armas (o cartas, que diría Trump) para negociar. Por eso, con toda probabilidad, no ha implementado ninguna estrategia de retaliación (otro latinajo que hemos adoptado del inglés imperial). Así que…


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.