¡Mi premio por pegarle a la ministra!

Ciudad de México /

Con tal de complacer al supremo elector —porque de eso se trata, de ganarse sus bondades para ser luego recompensados con una candidatura debidamente bendecida— los politicastros que han encontrado oportuno y providencial acomodo en las filas del partido oficial son capaces de secundar sus más desaforadas iniciativas, de responder servilmente a cualquier ocurrencia suya, de adherirse acríticamente a todos y cada uno de sus planteamientos y, en un ejercicio personal de adivinación, adelantarse a sus deseos para que el mentado gran repartidor de recompensas no necesite siquiera sugerir cómo debe manifestársele obediencia.

Y es que no contar con los favores del de arriba significa, en los hechos, la cancelación directa de cualquier posible aspiración a uno de esos tales “cargos de elección popular” que, como todos sabemos, necesitan de una previa consagración en la ancestral ceremonia del “dedazo” antes de que el pueblo bueno decida el desenlace en las urnas.

Miren, si no, cómo se ha entibiado aún más la pálida combatividad que llegó a exhibir en su momento don Ricardo Monreal, el pretendiente menos aventajado entre los que figuran como corcholatas, ahora que el peso de las evidencias se ha impuesto a su morrocotuda ambición particular de ser el Presidente de todos los mexicanos: confraternizando con el líder máximo en los salones palaciegos, no sólo nos dio a entender que se había enterado de lo quijotesco, por no decir inútil, de su empresa sino que mandó igualmente la señal —según interpretan los que saben de estos temas— de que había aceptado un premio de consolación, a saber, ser designado como el competidor del oficialismo en la carrera para gobernar Ciudad de México.

Las cosas no parecen estar todavía tan claras para otros combatientes en las filas de Morena, los que codician gubernaturas, cargos de relumbrón y egregios nombramientos para servir a la patria. Hay uno, entre ellos, que pretende destacar tan ostensible y visiblemente como fervoroso militante de la epopeya transformadora que nos avisa, a los espantados ciudadanos de a pie de este país, que va a demandar penalmente a la señora ministra presidenta de la Suprema Corte Justicia de la Nación. ¡Ave María purísima! ¿Qué demonios, con perdón, pudo haber hecho doña Norma Piña como para estar enfrenando ahora parecida embestida judicial? Pues, miren, le mandó al personaje —de nombre Alejandro Armenta y de ocupación senador, tan notable y distinguido que es ni más ni menos que el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara Alta— unos mensajes en la plataforma WhatsApp para responder a las ofensas, injurias y calumnias que le ha asestado el régimen de la 4T.

Muy delicadito que nos resultó el senador, pero el asunto no va por ahí: el hombre, más bien, está haciendo méritos pues, al parecer, quiere ser el candidato en las futuras elecciones del estado libre y soberano de Puebla. ¿Le alcanzará con la arremetida en contra de la ministra o necesitará ser todavía más obsequioso?


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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