Sheinbaum frente a la historia

Ciudad de México /

Primera mujer presidente de México, Claudia Sheinbaum no sólo afronta el compromiso de hacer bien las cosas, como cualquier otro común mortal llegado a esas instancias, sino que lleva sobre los hombros precisamente eso, su condición femenina, y la paralela carga de responder a las expectativas que le han endosado, así sea de manera caprichosa, por haber sido la primera en “romper el techo de cristal”, como se dice ahora.

Pudiere ser injusta, aparte de agobiante, esta carga que le endilga en automático todo un país pero resulta, a su vez, de las demandas que se formulan en la modernidad, es decir, las que buscan abrir espacios y oportunidades a los grupos ancestralmente segregados de nuestras sociedades.

El machismo existe y la opresión de las mujeres sigue siendo un fenómeno real en muchísimas circunstancias y horizontes. La paridad en la repartición de los cargos públicos pretende precisamente subsanar este desequilibrio de la misma manera como las exigencias de los colectivos feministas han encontrado respuesta en los ámbitos regulatorios e inclusive en el universo de la justicia penal.

Detrás de los logros de la mayoría de las mujeres hay una lucha personal contra la desigualdad del mundo y la discriminación que practica el sexo masculino, por no hablar del momento en que deciden ellas encarar el poder monopólico de los hombres.

Pero de este escenario se deriva, a su vez, una suerte de exigencia que les es planteada, a saber, la de demostrar que están a la altura. Estaríamos hablando de una tarea doble que deben emprender, paradójicamente, por haber consumado la gesta de la igualdad y por haber conquistado los territorios que antes les eran negados. Sigue habiendo un componente declaradamente sexista en esta coyuntura, desde luego, pero el hecho mismo de haber alcanzado el objetivo es, por un lado, una aportación a la causa feminista y, por el otro, un gran compromiso. Claudia Sheinbaum se encuentra entonces de cara a la historia, ni más ni menos. Es, pues sí, la primera mexicana que llega a ocupar la más alta magistratura de la nación. Podemos tal vez esperanzarnos en que la colosal trascendencia de esa responsabilidad la llevará, ya ejerciendo las máximas atribuciones, a ser una gran mujer.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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