Vamos a escribir la otra historia de los 43

Ciudad de México /

Una pregunta forzosa: ¿qué otra cosa hubiera podido ocurrir en Iguala? Digamos que no es cierto lo de la “verdad histórica” (no sería entonces esa verdad –la que se busca siguiendo, justamente, los códigos procesales— ni ninguna otra, sino una deliberada mentira) y que lo que aconteció es enteramente diferente a lo que ha quedado registrado en el proceso llevado a cabo por el aparato judicial del anterior Gobierno, una causa legal sustentada en miles de fojas refrendadas por peritos y expertos, apoyada en investigaciones, sostenida en las declaraciones de los testigos y concluida provisoriamente –esto es, no cerrada todavía en su totalidad— en la condena de unos responsables que admitieron en su momento su culpabilidad aunque ahora aprovechen la interesada parcialidad del régimen de la 4T para clamar su inocencia.

No digamos ya que la atrocidad la perpetró el Estado –quién sabe por qué razón y para qué, eso tendrían también que explicárnoslo los acusadores de turno— sino que, como dice la señora actualmente encargada del ente nacional de los Derechos Humanos, “vivos se los llevaron, vivos los queremos” y eso, precisamente eso de que pudieren seguir con vida y que su retorno es una gran demanda justiciera de los mexicanos, tendría que llevarnos a suponer hechos, en un primer momento, en los que no se cometió una abominable masacre sino, digamos, un secuestro colectivo y, ahora mismo, a concluir que los 43 muchachos están detenidos en algún lugar. Nuevamente la interrogante: ¿por qué y para qué?

Las impugnaciones y refutaciones en respuesta a quienes llevaron el caso se remontan a una premisa primigenia: el crimen no lo cometieron los sicarios de una organización criminal en complicidad con cuerpos policiacos locales, sino que todo esto tuvo que venir de más arriba. Dicho en otras palabras, las órdenes fueron dadas por los más altos responsables de la Administración y el Ejército estuvo involucrado. A partir de ahí, el Estado no aparece ya como un impartidor de justicia –así de imperfectos que sean sus procederes— sino que adquiere el papel de encubridor declarado. En ésas estábamos y, pues sí, en ésas estamos ahora. Y, ya entrados en gastos, el problema será construir el nuevo relato de la monstruosidad. Veamos qué tan imaginativos son estos fiscales.

revueltas@mac.com

  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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