A estas alturas el mundo ya se enteró de lo que le ocurrió a la mexicana Fátima Bosch durante las rondas de preparación para el certamen de Miss Universo, que este año se lleva a cabo en Tailandia.
“Calladita te ves más bonita” es una de las frases más ofensivas que se nos puede decir a las mujeres, y esa fue precisamente la intención de Nawat Itsaragrisil, presidente de Miss Grand International y director de Miss Universe Thailand, quien trató de silenciar agresivamente a la joven representante de México, mientras le faltaba al respeto frente a todas por un tema de organización con el que ella nada tenía que ver. Fue soberbio, misógino y prepotente. Y claramente no esperaba lo que ocurrió.
En un mundo que sigue confundiendo disciplina con sumisión, Fátima levantó la voz de manera clara y no permitió que la apagaran. No dudó al representar a un país donde las mujeres luchamos cada día por nuestra seguridad y presencia. Tenía razón: no fue un acto de irreverencia, fue uno de dignidad. No hay corona que valga más que eso.
Al cierre de esta columna no sabemos qué procederá. Ya hubo disculpas estilo “si alguien se sintió ofendido…”, las cuales sabemos que son —para citar a Yuri— disculpas que no disculpan nada. Pero lo hermoso fue ver cómo muchas de las compañeras de Fátima salieron con ella de la habitación en solidaridad. También a sabiendas de que estaban arriesgando su participación en el concurso: no fue un gesto vacío bajo ninguna circunstancia.
Así que ya veremos qué pasa ahí, quién seguirá en la competencia y cómo va a proceder todo el tema. Pero a mí me queda claro que nuestra representante ya ganó en lo que más importa: el respeto no es una moneda de cambio por la gloria. Esa es una lección que en tiempos como estos al mundo entero le viene bien, y sé que en nuestro país la celebraremos mucho más que cualquier corona.