La vida y obra de la escritora y conductora Cristina Pacheco es y será inigualable. Y permanecerá por generaciones. Ahora que la perdimos, sin embargo, yo quiero rendir tributo a una cosa más sobre esta maravillosa observadora de nuestra realidad y de emociones, destacando algo en particular: en un mundo y un país dividido por ideas políticas y opiniones extremas, esta bella mujer nos hablaba a todos.
No importa la generación a la que uno pertenezca, si nos topábamos con sus textos o programas sabíamos que estábamos ante algo hecho con una honestidad y congruencia absoluta. Y el resultado siempre fue un deleite.
La tristeza que nos provoca su partida no se puede mitigar con nada, pero lo que deja como ejemplo y cuerpo de trabajo nos asegura que tendremos el honor de seguir teniéndola cerca, de alguna manera u otra, por el tiempo que estemos en esta tierra.
Se dice fácil, pero lo genuina que siempre fue Cristina en vida nos permite saber que va a trascender mucho más allá de ésta.
Hace pocas semanas, el 1 de diciembre, Cristina Pacheco nos conmovió con su despedida televisiva anunciando que, muy a su pesar y por problemas de salud, tenía que dejar las charlas que tenía en Conversaciones con Cristina Pacheco, programa que siempre estuvo ahí, como un amigo leal y del cual nos aferrábamos muchos cuando queríamos recordar que aún hay buen periodismo y mejores seres humanos entre nosotros.
Ya no está con nosotros esa valiente y brillante cronista que nos regaló tanto. Pero la esperanza que nos deja a tantos, el ejemplo a seguir y la muestra de que se puede tener una vida plena de hacer lo que uno ama para el bien de los demás, eso nos lo llevamos para siempre, mi querida y admirada Cristina Pacheco.