No son fragmentos las Investigaciones filosóficas, sino comentarios, explica Wittgenstein en su prefacio, “párrafos breves, a veces series largas sobre un tema, a veces saltos, en una transición repentina, de un área a otra”. Su objetivo era reunir todo ese material en un libro, pero se dio cuenta de que nunca lo conseguiría: “mis pensamientos se iban debilitando cuando intentaba forzarlos a seguir un solo curso en contra de su inclinación natural”, que era viajar de un lado al otro, por todas partes, hacer bosquejos de paisajes. “Si digo ‘la rosa es roja también en la oscuridad’ virtualmente se ve ese rojo en la oscuridad delante de uno”. Pasaría lo mismo con la rosa blanca en un espacio que podría ser el de la noche o una pantalla o lienzo negro cuyo lugar preciso —en frente, a los costados, atrás— no importa para la percepción de la flor y de su color, pues ambos aparecen ya propuestos en una frase y, por lo tanto, existen sin la necesidad de existir. Son palabras que se expresan según las posiciones que ocupan en un juego de lenguaje, intercambiables en la medida en que se reemplacen con otras de significado similar, nunca exacto, o se utilicen como moldes cuyo contenido varía sin que se modifique la forma o el dilema de origen: “la luz es invisible en la luz”, “el poema no escrito también es leído”, “el silencio que se guarda es el que se escucha”. En mi Proyecto Wittgenstein incluiré Tender Buttons de Gertrude Stein, publicado en 1914: “Un dije un simple dije es dudoso. Si el rojo es rosa y hay una puerta que lo rodea, si adentro se deja entrar y ahí coloca el cambio entonces ciertamente algo es íntegro. Es franco”.
En el comentario 309 Wittgenstein asegura que su propósito en la filosofía consiste en “mostrarle a la mosca cómo salir de la botella de las moscas” que se empleaba —entiendo— para atrapar a esos insectos, embarrando una apertura en la zona inferior con un poco de cerveza o vinagre a fin de atraerlos. Se podría usar un frasco sin tapa. La mano cubriría el hueco tan pronto se metiera la mosca y permanecería ahí hasta que la mosca se viera aturdida y entonces se iría retirando (la mano) y con la voz el filósofo o la filósofa le indicaría a la mosca la salida: “por aquí, ven, por aquí”. Las diminutas alas en el aire multiplicarían la sensación del vuelo simultáneo con el parpadeo de los ojos que lo observan y comprueban su sospecha: la mosca busca otro sitio para encerrarse. ¿Quién es la metáfora de quién? Suena prescindible. Suena vacío. “Un tamaño triste un tamaño que no es triste es azul como cada pedacito de azul es precoz”, escribe Stein. ¿Y cómo no estar de acuerdo? Azul con amarillo es verde. Me fijo en las hojas del árbol que rozan mi ventana. Son mi pretexto para desviarme. Si decido que la verdad es una mentira en potencia, primero debo descubrir la verdad. Una isla. Un barco evocativo que recala. Un corazón que recela y se encoje para que yo quepa. Nadie me lo dijo. “Las palabras también son hechos”.
AQ / MCB