Intervenciones

Ciudad de México /

Podría fingir que empiezo desde cero, que ayer y hoy y mañana no tienen una continuidad histórica en mi conciencia, aunque haya un reconocimiento instintivo de que la cronología de los hechos suele ser indiscutible —en esta fecha y a esta hora asesinaron, violaron, secuestraron, desaparecieron, torturaron, decapitaron, desollaron, desmembraron, acosaron, extorsionaron a tal o a tales— y de que los sitios suelen tener nombres precisos, al menos coordenadas —sur, norte, este, oeste— e indicaciones —en el interior, en la frontera, en los caminos, en las ciudades, en las montañas, en los barrancos, en los ranchos, en los desiertos— y de que a los cuerpos les corresponden a veces apodos, cargos, edad, tatuajes, huellas dactilares, dentaduras (en las fotos hay zapatos desperdigados, camionetas, tambos, policías de espaldas, guardias de frente, a veces un perro, una gallina, charcos, postes, alambres, llantas recargadas en un muro). Podría indignarme en mis redes sociales con frases asertivas, dramáticas, patrióticas, sentimentales, o con sutiles aforismos que revelen ciertos matices en mi solidaridad, un sutil ingenio a pesar de las circunstancias. Podría especializarme en causas: solo mujeres, paridad, violencia de género, identidad sexual, maternidad; solo pueblos originarios, usos y costumbres, tradiciones; solo migrantes, racismo; solo ecología, calentamiento global. Podría adoptar el tono de una experta en democracias, civilizaciones, imperios, libertades, justicias, injusticias, que se muestra exhausta, quizá fastidiada, después de tanto observar, tanto analizar, e ironiza con Heródoto, Tucídides, acusa de chismoso a Plutarco, se enternece con Rousseau, regaña a Hobbes y puntualiza, relativiza porque desentraña cualquier contexto al instante. Podría establecer finas distinciones entre Estado y gobierno y dulcificar los compromisos personales, las amistades súbitas con los enemigos de antes. Abrazos, sonrisas, palmadas: ¡vienen las fiestas, las vacaciones! Se romperán piñatas con la figura de los tiranos. Estamos apenas en el segundo piso del nuevo humanismo y aún no sabemos cuántos faltan.

Miro hacia arriba. No hay ventanas abiertas; solo el pedazo de cielo con sus nubes. Se dice que la vista es gorda no por su peso sino por su torpeza: “lo contrario a lo minucioso”. Las limitaciones de mi repertorio son un espacio seguro. Leo, subrayo, apunto. Registro mis actividades en un cuaderno negro. Los jueves escribo: “caminata ritual por Love Street”, en alusión a mi pasado. El Proyecto Wittgenstein incluye el ejemplo de una silla que habla consigo misma. Cada cosa puede ser sujeto de su propio pensamiento y en ese sentido pertenecerse, conocerse, sufrir. ¿Qué le duele a la silla? En mi reportaje de esta semana me obsesiono con la gatita que vive en el estacionamiento de una célebre casa de estudios. Hay personas buenas que la cuidan y la alimentan. Hay personas malas que le queman los bigotes. Yo, por mi parte, no muevo un dedo.


AQ / MCB

  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
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