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  • En el banquillo
  • Tedi López MIlls (Víctor Benitez)
  • Tedi López Mills

Ciudad de México /

• El globo atorado entre las ramas de un árbol que observo hace días desde la ventana de mi sala cuando me paro frente a la puerta del baño podría convertirse en un poema: alguien compra un globo y por descuido o para ver qué pasa lo suelta, lo mira alejarse, flotar hacia arriba hasta chocar con un árbol, enredarse en las ramas, y yo atestiguo cómo se va desinflando, arrugando, muriendo en términos de su propia vida, el momento cumbre en que estaba tan lleno de aire que cualquier punta filosa, aguda, lo haría estallar en pedazos (harapos si se quiere sugerir la imagen de la materia del globo como la vestimenta visible de algo dentro de cuya circunferencia oval o circular no hay nada, pero sí todo en cuanto a la definición de un globo). El poema sería una parábola muy simple, quizás sabia, de lo que se tiene un instante y después, por voltear hacia otro lado, extender los dedos, se pierde.

• En su libro más reciente, Wrong Norma, Anne Carson escribe: “no pude evitar la sospecha de que sólo la llamamos historia cuando las cosas salen mal”. A juzgar por la mucha historia que ya contienen los siglos, siempre sale mal una porción considerable de cosas. ¿Cómo llamaremos a las que salen bien? “Norma” se refiere al personaje Norma Desmond de la película Sunset Boulevard. No entiendo la referencia. “Noche equivocada, ciudad equivocada… Estoy a salvo, pero eso no va a durar… Me urge que ya sea de mañana”. Según Carson a las personas solitarias les da vergüenza su soledad. Hay un largo texto sobre narcotraficantes y una frase que seguramente ofenderá el orgullo nacionalista: “El desánimo adoptó la forma de balacear a tres tipos… mutilarlos un poco para darle un aspecto mexicano”. Perversa la reivindicación de que los ejecutados son nuestros, los desaparecidos son nuestros, y ningún extranjero debe meterse con ellos. La palabra ‘idea’ significa ‘ver’ en griego. Raro entonces que no veamos lo mismo cuando se nos ocurre una idea.

• Voy a una reunión y hablo con un hombre alto que se dice sensible a la cultura italiana, lector de Bukowski, Kerouak, Ginsberg, apasionado del jazz, las carreras de coches, las ardillas, el futbol americano, aunque ya no le gusta el deporte tanto como antes: “se atascó de negros”. Lo interrogo pretensiosamente, a la manera de Sócrates: “¿si eres racista eres también antisemita?” Me explica que los judíos han sido dañinos para la humanidad y añade que las mujeres actualmente son abusivas con sus exigencias; odia a las locas, las nuevas identidades no binarias: “horrendo toparse con esos seres abrazándose en el parque”.

• Es preferible discutir, matizar los excesos de la corrección política que caer bajo el dominio vengativo y destructor de la incorrección que ya gobierna en mi otro país. Me pregunto si los críticos y críticas biempensantes del woke no se sienten incómodos con lo que está sucediendo (yo sí).

• Cien veces escribo en el pizarrón de mi cabeza con los ojos abiertos en la madrugada que debo aprender a cerrarlos.

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