El vox populi los catalogó como Monstruos, y los tres, entre las paredes de sus habitaciones y bajo el techo del odio, protagonizaron los episodios más sádicos, sangrientos e inverosímiles en la historia criminal en contra de las mujeres, no solo del Estado de México, sino del país y quizá del mundo.
Así fueron los inmuebles cuyos cimientos se llenaron de sangre.

Casos de asesinos seriales en Edomex
Óscar, de Toluca; Andrés, de Atizapán, y Juan Carlos, de Ecatepec, habitaban en tres de los municipios con mayor índice poblacional de la entidad.
La pobreza, la falta de empleo, de oportunidades, educación y mucho machismo fueron el común denominador, pero sobre todo, la costumbre de vivir en una sociedad violenta hacia ellas, en un Estado de México caracterizado desde hace décadas por los altos índices de feminicidio.
Las atrocidades de Los Monstruos están ya sumamente documentadas; sin embargo, a más de un lustro de sus apariciones, en los domicilios donde ocurrieron los crímenes el recuerdo permea y se aferra a vivir entre los vecinos y familiares.
Los inmuebles, abandonados, derruidos por la fauna urbana y grafiteados por organizaciones que luchan en contra de estos actos, ante el dolor de las víctimas que fueron violadas, brutalmente asesinadas y, algunas, consumidas en actos de canibalismo, prevalecen en el colectivo urbano como símbolo de maldad e injusticia.
En total, fueron 44 las personas que murieron a manos de los tres asesinos en su cuota del mal: 20 por el de Ecatepec, 19 por el de Atizapán y cinco por el de Toluca (cuatro mujeres y un hombre).
Hoy, así es el día a día en las calles que eran el hábitat y coto de caza de Los Monstruos.
Andrés Mendoza Celis: En Atizapán aún le llegan los recibos de luz
Años después de sus atrocidades, Andrés Mendoza Celis se encuentra a sus 78 años internado, grave, en un hospital público al que fue trasladado desde la cárcel de Tenango hace un par de semanas por una afección respiratoria que ha requerido incluso una traqueotomía.
Sin embargo, en la calle de Margaritas, en Lomas de San Miguel, ya casi no recuerdan al viejo Andrés, el llamado Caníbal de Atizapán, que vivía en el número 22.
En esa casa se aprecia el olvido, a pesar de que los restos de unas 19 mujeres permanecieron años en ese lugar. Ahora solo hay velas añejas y flores marchitas que en algún momento los familiares de las víctimas pusieron frente a la casa del hombre que hoy purga prisión perpetua.
Aunque aquí todavía llegan los recibos de luz a su nombre, en el lugar permaneció por mucho tiempo una patrulla municipal, hasta que fue retirada tras ser desvalijada.
En ese sitio se percibe abandono y olvido; incluso los sellos preventivos han sido retirados. No hay un aviso de la Fiscalía General de Justicia (FGJ) del Estado de México que indique que el inmueble está asegurado para labores de investigación.
El patio en el interior del domicilio se encuentra con maleza, ya que, después de ser detenido Andrés, los peritos escarbaron para detectar más osamentas. Encontraron en ese lugar y en el interior de una de las habitaciones más de 4 mil 300 huesos, que, a decir de la FGJ del Estado de México, pertenecieron a 19 mujeres.
A Andrés lo detuvieron los elementos de la Policía de Investigación en su propio domicilio el 18 de mayo de 2021, luego de que un comandante de la Policía de Tlalnepantla llevara ya tres días buscando a su esposa.
Siguiendo la señal que marcaba su celular, fue como dio con el domicilio de Margaritas 22, en Lomas de San Miguel.
“A don Andrés lo conocíamos como El Chino. Sabemos que era originario de Oaxaca y sí, efectivamente, lo conocimos en el PRD. Participaba en diversas reuniones, era una persona que expresaba sus ideas claras, siempre atacando al gobierno”, recordó Antonio Pacheco.
“Lo conocí y él era constante en las asambleas del partido. Cuando yo también pertenecía al Sol Azteca, él fue presidente del Consejo de Participación Ciudadana de su comunidad, cuando fue alcaldesa Ana Balderas”, explicó el vecino.
A Andrés, quien se ganó el mote de El Caníbal de Atizapán debido a que presuntamente comía parte de la carne de sus víctimas, lo sentenciaron a pasar el resto de sus días en la cárcel, sumando más de 500 años de prisión por algunos de los feminicidios cometidos.
La casa de Andrés es de una planta con varios cuartos y un local.
Nadie se ha presentado ante la FGJ del Estado de México para reclamar la liberación del inmueble, al cual no se sabe si le fue aplicada la figura jurídica de “extinción de dominio”, que ha sido una constante contra los bienes de los criminales.
Se desconoce si el hombre tenía familia, ya que era originario de Oaxaca, y ahora que se encuentra hospitalizado, las autoridades no pudieron contactar a ningún familiar que se interesara por él.
Monstruo de Toluca: Se respira el miedo
Han pasado más de cinco años desde que, en la casa número 136 de la calle Ponciano Díaz, en la colonia Villas Santín, ubicada en Toluca, fueron hallados los cuerpos de tres mujeres. Sin embargo, el caso que conmocionó a los mexiquenses continúa sembrando miedo entre los vecinos de esa zona.
Ahora la vivienda luce abandonada. Está libre de toda investigación. Ya fue regresada a sus dueños, informó la FGJ del Estado de México, pero ya nadie sale ni entra en la casa de doble piso, dicen los vecinos.
"Aquí vivía El Monstruo de Toluca, asesinaba a mujeres, aquí era su casa y encontraron varios cuerpos, según vimos en las noticias, y trabajaron muchos policías, entraban y salían, pero hace tiempo ya nadie viene, ni los dueños, según eran de Ciudad de México", comenta una vecina.
En el inmueble ya no hay marcas de los feminicidios que cometió el asesino serial Óscar García Guzmán. No hay cintas de precaución que rodean la vivienda, ni el letrero de "inmueble asegurado" que coloca la Fiscalía y que indica que se cometió un delito.
En el patio, cuyo concreto fue removido por peritos de la corporación de seguridad en la búsqueda de restos óseos, ha crecido el pasto hasta un metro de altura.
"Nadie la ha rentado, desde que rompieron el piso y le pusieron las cintas nadie ha venido. Aunque ya lo agarraron, todavía nos da miedo, nos sigue provocando temor", manifestó una vecina que todos los días pasa frente a la vivienda del feminicida.
A principios de noviembre de 2019 comenzaron las investigaciones por la desaparición de Jessica Guadalupe Jaramillo, quien fue hallada muerta en el baño de este lugar, estrangulada.
En ese momento, la entrada fue cubierta con bolsas negras y había grandes piezas de escombro, de cemento, pues se buscaba a otras víctimas. Durante el cateo la tierra del jardín fue removida y se encontraron otros dos cuerpos. Uno de ellos fue identificado inmediatamente.
Antes, los familiares de la última víctima de Óscar vigilaron el domicilio y descubrieron que ahí la tenía retenida. Llamaron a las autoridades, pero no hubo respuesta.
El asesino huyó dejando tras de sí la serie de cadáveres, pero fue capturado al poco tiempo, luego de andar a salto de mata.
Sus vecinos lo recuerdan como un hombre joven, serio y poco expresivo, alto y delgado, con cabello negro y corte tipo militar, que vestía con colores oscuros y pantalones tipo cargo.
Aunque desconocen el año en que llegó a habitar la casa en Villas Santín, lo que saben es que posiblemente provenía de Ciudad de México.
"Era muy serio, solo salía a sacar a sus perras algunas veces", comentó un comerciante. Esos animales eran quizá lo único que le causaba empatía y afecto al asesino.
Grandes canes, de las razas que usan para peleas, y que ahora, al paso de los años, luego del proceso judicial y de llorarles tras las rejas, han sido dados en adopción. Su destino es desconocido.
Por la captura del feminicida se ofrecía una recompensa de 300 mil pesos.
Cayó en diciembre de 2019 en el norte de Ciudad de México, detenido por autoridades mexiquenses y capitalinas, luego de que se conectó a una red pública de Wi-Fi.
El miedo persiste en la colonia, pues los vecinos lo describen como un "hombre despiadado", ya que a través de redes sociales exhibía los nombres de sus víctimas y sus crímenes.
"Aunque ya han pasado varios años, se me enchina el cuerpo cuando paso por la casa donde las tenía. Fue un horror para todos los que vivimos por acá", señaló otro vecino.
Óscar y el amor de una madre
La mamá del llamado Monstruo de Toluca, de quien se reserva el nombre, es originaria del Valle de México y maestra de profesión.
Ella no entiende cómo su hijo pudo ser responsable de la muerte de tres mujeres. La madre relata que desconoce cómo se filtró la llamada telefónica que sostuvo con Óscar, en la que él le reveló que asesinó a su padre y a varias mujeres.
"No me explico qué pasó con mi hijo. Todos mis hijos estudiaron, son maestros. Él estudiaba psicología, por eso se vino a estudiar a Toluca, rentamos esa casa, y esa llamada no sé cómo la dieron a conocer", indicó.
En constantes ocasiones ha denunciado que su hijo ha sido víctima de violencia en el penal de Tenango del Valle, que irónicamente comparte con su colega, El Monstruo de Atizapán, y donde se encuentran recluidos los criminales más peligrosos.
"Yo sé que mi hijo hizo mucho daño, pero a él no lo dejan tomar el sol, le pegan y lo maltratan. Yo viajo más de tres horas para venir a verlo y no me dejan pasar", dice.
Los Monstruos de Ecatepec: el morbo y la atracción por la casa del horror
Asentada en la colonia Jardines de Morelos, la casa del llamado Monstruo de Ecatepec y su pareja se ha convertido en un sitio enigmático para cientos de habitantes del Estado de México.
“Casi nadie está ahí. Regularmente, está vacía por lo mismo de lo que pasó hace años”, asegura un vecino que se dedica a la venta de ropa americana muy cerca de la vivienda.
El inmueble se ubica sobre la calle Playa Tijuana, en una zona donde se carece de comercios ambulantes. Solo algunas viviendas cuentan con negocios y el paso de peatones por las calles es casi nulo.
“Casi no hay gente, solo cuando salen los chavos de la escuela que está cerca de aquí es cuando hay más movimiento, pero de ahí en fuera siempre está sola”, agregó el vecino, quien pide, como todos los demás, omitir su nombre.
El temor por encontrarse con algo extraño aún está latente para los habitantes de esa zona. Algunos curiosos asisten a la vivienda para conocer cómo luce y tomar algunas fotografías.
“Antes venían mucho a tomarse la foto. Medios y cámaras a ver cómo era la casa, pero ya casi no se ve, está casi abandonada. Ya es muy difícil ver a gente entrar o salir”, detalló.
A pesar de que el matrimonio de los llamados Monstruos de Ecatepec fue detenido en octubre de 2018 por agentes de la Fiscalía mexiquense, vecinos aseguran que a la fecha aún se registra la visita de curiosos.
“Ya tiene mucho tiempo, pero aún hay como rumores cuando pasa la gente. Vienen, preguntan y dicen si esa es la casa donde vivían, y pues uno les tiene que decir o ya de plano darle el avión”, dijo.
La vivienda por algún tiempo fue el hogar de Juan Carlos y Patricia, los llamados Monstruos de Ecatepec, quienes confesaron su presunta participación en el homicidio y descuartizamiento de más de 20 mujeres al norte del Estado de México.
De acuerdo con las indagatorias, la pareja engañaba a sus víctimas para ingresarlas al domicilio, donde las agredían y las descuartizaban para abandonar sus restos en calles y colonias cercanas.
Se dice que sus huesos eran vendidos a santeros.
Sin embargo, actualmente la vivienda solo luce con letreros de los propietarios, que informan a los peatones sobre la disponibilidad de rentar algunos cuartos, oferta que pocos aceptan.
“No la rentan por lo mismo. Hay gente que viene y pregunta, pero luego se enteran de lo que pasó, que ahí mataban gente, y mejor se van. Ya ni adiós dicen, mejor se van”, cuentan vecinos.
Incluso, un negocio de corte de cabello que se rentaba en la parte inferior del inmueble al momento de los hechos decidió mudarse de zona ante el temor de la violencia que se vivió dentro de la vivienda.
“Yo creo que se ha convertido en un mito o algo así, porque la gente sí viene a ver dónde fue, cómo está, pero como la ven sola, la verdad se van. Yo no conozco a los dueños, casi no están".
“Ahora dicen que, según, tienen planeado vender, pero desconozco por qué. No sé quién la va a querer comprar. A nosotros se nos hace como una casa embrujada donde la verdad nadie quisiera vivir. Solo por el morbo vienen, pero nadie se anima a entrar”.
En 2019, un Tribunal del Estado de México condenó a Juan Carlos y su pareja, Patricia, a 30 años de prisión. Cada uno por haber ocultado restos humanos de dos mujeres, cuyos cadáveres fueron entregados a las autoridades.
A eso se suman los años que tendrán que pasar en sus respectivas prisiones por la muerte del resto de sus víctimas.
Los hijos de ambos quedaron a resguardo del DIF estatal, que se ha reservado datos de los menores. Se supo que inicialmente los abuelos pedían la custodia; sin embargo, se ignora si lo lograron, por lo cual no se sabe si algún día los niños volverán a ver a sus padres, con alguna visita tras las rejas.
RM