Andrea y Federico salieron a cenar una noche de diciembre de 2021. Tenían una semana de no verse porque este chofer de Uber había regresado a la casa familiar en Lagos de Moreno para cuidar a su mamá que había caído enferma. Después de las hamburguesas y antes de despedirse, él sacó de la bolsa de sus jeans una hoja que arrancó de un poste en las inmediaciones de la estación de autobuses de Zapopan, Jalisco.
El trozo de papel tenía una oferta de trabajo inverosímil. Por dos semanas de trabajo, las dos últimas del año, una empresa de ‘marketing’ ofrecía 20 mil pesos. No exigía experiencia, tampoco un largo proceso de selección. “Contratación inmediata”, se leía. Andrea, precavida, le preguntó si aquello no sería una estafa. Federico, en cambio, jugó el rol de novio valiente y le dijo que confiara en que con ese dinero empezarían bien el año. Incluso, bromeó, sería el inicio del fondo para la fiesta de bodas.
Al día siguiente, 9 de diciembre, Federico le envió un mensaje. “Mi amor, ya voy para mi cita, deséame suerte”. Ella respondió con un mensaje de voz que acabó en un beso. Andrea esperó por una, dos, cuatro horas las buenas noticias que no llegaban. Llamó a su novio y se topó con el buzón de voz. Cinco, seis, diez horas. No había rastro suyo. El chico, de 23 años, se había esfumado.
Semanas después, buscando información sobre jóvenes desaparecidos, Andrea encontró que cientos en México –y miles en el mundo– nunca vuelven a casa después de asistir a falsas citas de trabajo. Se trata de un movimiento criminal a escala global.
Este fenómeno tiene alarmada a la Policía Internacional, la Interpol, que ha designado un nombre terrible a las víctimas de esta modalidad de desaparición y explotación humana: a jóvenes como Federico les llaman “cerdos” y a quienes tienen el último contacto con ellos les apodan “carniceros”. Este modelo criminal se llama ‘pig butchering’. La traducción al español sería “carnicería de cerdos”, aunque los cuerpos policiacos prefieren: “matanza de cerdos”.
Es tan brutal que en marzo de 2024 la Interpol envió un mensaje urgente a sus 196 países miembros, incluido México, para alertar de este delito que, originalmente, se ideó como una mezcla de estafa sentimental y de inversión fraudulenta. Hoy, ese crimen ha evolucionado a ‘call centers’ dedicados a la estafa, ofertas falsas de empleo, protección a personas que ingresan por primera vez a una cárcel o un anexo o, incluso, a reclutamiento del crimen organizado de niñas, niños y adolescentes mediante videojuegos.
El nombre se le puso durante la primera fase de la pandemia de COVID-19, cuando corría también una epidemia de soledad por el aislamiento. Las mafias en Asia vieron una oportunidad y reclutaron a cientos de jóvenes para que, desde sus computadoras y teléfonos, crearan perfiles falsos y buscaran a gente necesitada de afecto. La“matanza” ocurre con el primer depósito o transferencia que hiere el patrimonio ajeno y el cuchillo no sale de esas cuentas de banco hasta que han sido desangradas por completo.
Como el coronavirus, esta “carnicería digital” empezó en China y se extendió por otros países. Benedikt Hofmann, representante adjunto de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en el Sudeste Asiático y el Pacífico, vio rápidamente un cambio preocupante: los primeros victimarios eran integrantes de las mafias, pero pronto encontrarían en operativos policiacos gente que había sido secuestrada y obligada a trabajar en casas de seguridad disfrazadas de ‘call centers’ o centros de atención telefónica.
Una nueva modalidad de crimen en el mundo
Pronto las autoridades en Asia se vieron rebasadas por pilas de expedientes criminales: no estaba claro quién era la víctima o el victimario. A veces el “carnicero” era un joven violento de Las Triadas; a veces, era una jovencita filipina que enamoraba a solteros a cambio de recuperar su libertad, como se descubrió en marzo pasado, cuando autoridades de Manila hicieron una redada en un falso call center. Ahí descubrieron a 658 personas secuestradas que pagaban sus propios rescates pegados a teléfonos y computadoras.
De acuerdo con la Interpol, la “matanza de cerdos” comenzó a recorrer el mundo como virus sin vacuna. Llegó a la Asia musulmana y se instaló en los Emiratos Árabes Unidos. Afganos, yemeníes y omaníes se volvieron las siguientes víctimas de las mafias que se anidan en ciudades millonarias como Dubai o Abu Dhabi.
El contagio siguió y arribó a África. Los grupos delictivos y terroristas Black Axe, Airlords, Supreme Eiye y Boko Haram lo adaptaron a estafas ya conocidas como “El Príncipe Nigeriano”, que consiste en un email de un supuesto miembro de la realeza africana que necesita ayuda para transferir una gran suma de dinero al extranjero y que, a cambio, promete una generosa recompensa que se vuelve en un desfalco. Luego, el crimen se esparció por Europa, donde lo operaron mafias como la albanesa, rusa, el irlandés Clan Kinahan y la italiana 'Ndrangheta, entre otras.
Los mayores expertos en el mundo en crímenes digitales, como Ronnie Tokazowskisólo, sólo pudieron ver con frustración cómo ocurría lo inevitable: la expansión hacia el continente americano, donde la “matanza de cerdos” fue aprendida por el brasileño Commando Vermelho y las bandas criminales de Colombia.
Hasta que, confirmado por la Interpol, este nuevo crimen llegó a México. Lo trajo el cártel más letal del país, ese que está detrás del 80% de los homicidios ligados al crimen, según la Universidad de Uppsala en Suecia: el Cártel Jalisco Nueva Generación, que lo torcería para crear su propia versión.
Un hallazgo criminal en Zapopan involucró falsos ‘call centers’
El 31 de mayo de 2023, agentes de la Fiscalía de Jalisco llegaron a un barranco de 40 metros de profundidad en el ejido Mirador Escondido, en Zapopan, y apretujadas entre peñascos y rocas encontraron 45 bolsas negras con restos humanos.
El hallazgo suponía el fin de una misión que había arrancado tres días antes, cuando gracias a las protestas callejeras los familiares de ocho chicos desaparecidos entre el 20 y el 22 de mayo lograron la movilización de las autoridades. El caso comenzaba a elevarse a la categoría de escándalo por un dato que extrañó a la sociedad jalisciense. Los desaparecidos parecían no tener lazos comunes, trabajaban en empresas distintas pero del mismo ramo: ‘call centers’, el giro al que acuden muchos jóvenes mexicanos como su primer empleo.
Los exámenes periciales concluyeron que los restos humanos pertenecían a varias personas, entre ellas, los ocho operadores telefónicos. Y cuando catearon dichas empresas encontraron drogas, armas, máquinas para contar billetes, memorias USB con listas de contacto de personas extranjeras y un trapeador con sangre.
Las autoridades mexicanas relacionaron el caso con las denuncias del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que alertaron en marzo de 2023 de centros telefónicos operados por el Cártel Jalisco Nueva Generación para estafar con falsos tiempos compartidos. La Fiscalía de Jalisco perfiló a las víctimas y trazó la hipótesis más fuerte: los ocho habrían sido contratados para vender planes vacacionales, pero en algún momento se dieron cuenta de que, en realidad, debían operar una estafa.
Los “cerdos” o víctimas eran jubilados estadounidenses, el “alimento” eran hoteles paradisíacos con largas estancias en Puerto Vallarta y el “cuchillo de desangrado” estaba en sus manos para enterrarlo sobre cuentas bancarias de incautos.
Las autoridades creen que Itzel Abigail, Carlos David, Arturo, Carlos Benjamín, Jorge Miguel, Mayra Karina, Jesús Alfredo y Juan Antonio se negaron abiertamente a participar y, tal vez, amenazaron con denunciar a los “carniceros”. La respuesta del Cártel Jalisco Nueva Generación fue el asesinato antecedido por la tortura. Un mensaje contundente para quienes quieren salir de esa red de explotación.
Así operan los ‘call centers’ del Cártel Jalisco Nueva Generación
Para montar un falso ‘call center’, el crimen organizado requiere de una oficina o vivienda, mobiliario para montar una fachada creíble, equipo tecnológico, acceso a terminales bancarias, vigilancia privada y más. Algunos jefes de plaza pueden creer que se trata de una inversión onerosa, por lo que prefieren variantes de “matanza de cerdo” que son más baratas, pero que conducen a lo mismo: la desaparición forzada o el asesinato.
Una modalidad distinta está en prisiones, centros de rehabilitación para personas con adicciones o escuelas, donde el “carnicero” ofrece como “alimento” la protección física del cártel contra miembros de grupos rivales, acosadores o exparejas. La “matanza” incluye grandes sumas de dinero que deben ser transferidas a cuentas bancarias que se abren y se cierran para despistar a las autoridades.
Otra variante es la captación en videojuegos, donde “la engorda” es la oferta de transformarse de un anónimo tirador virtual a un famoso sicario de la vida real. Y también son una modalidad las ofertas laborales engañosas, con sueldos altos y una contratación inmediata en lugares alejados. En los casos está un victimario que exagera los beneficios y una víctima que minimiza los riesgos.
“En Facebook suelen colocar anuncios que a veces son explícitos, pero son encubiertos como ofertas de empleo para guardias de seguridad, asistentes de oficina o ayudantes de limpieza. A veces han simulado ser empresas formales que hacen entrevistas de trabajo y hasta valoraciones médicas. En otros casos, los citan en lugares a los que deben llegar abordando autobuses y desaparecen”, asegura Jorge Ramírez, profesor de Sociología en la Universidad de Guadalajara y estudioso de las desapariciones forzadas.
Su universidad ha sido golpeada duramente por este nuevo crimen: el Comité Universitario de Desaparecidos ha registrado, desde 2018, 20 alumnos desaparecidos y ocho asesinados por responder a ofertas de empleo presuntamente pertenecientes a este esquema que en México combina el fraude laboral con el reclutamiento forzado.
“No regresan de citas de empleo o de encuentros en los puntos de salida de la Zona Metropolitana de Guadalajara [...]. Son reclutados a sabiendas de que ingresarán al Cártel Jalisco, pero nunca les aclaran en qué condiciones. Normalmente son muy jóvenes, algunos menores de edad, y parece que no tienen claro lo que les sucederá. La mayoría de los testimonios que se conocen indican que se arrepintieron”, cuenta el académico.
Para las familias de las víctimas, la angustia se centra en su regreso a casa. Para las autoridades locales, en el aumento de cifras de desapariciones y homicidios. Y para organismos internacionales la preocupación es que, detrás de la “matanza de cerdos”, haya una motivación más perversa: prolongar la existencia del crimen organizado, la vida eterna.
El secretario general de Interpol, Jürgen Stock, cree que el crimen organizado opera este nuevo modelo también para tener una “reserva” de militantes que les permita renovar sus filas en caso de operativos policiacos o militares que acaben en grandes arrestos o muertes de sus integrantes. “El hecho de que sea un cártel que opere con una gran cantidad de jóvenes reclutados a la fuerza muestra el drama que se vive en Jalisco: seguir incorporando a nuevos reclutas. Es un negocio redondo”, lamenta Ramírez.
La misma creencia tiene Andrea sobre el destino de su novio Federico. Alguien lo engañó para que sustituyera a otro más que los jefes de plaza ven como “desechable”. Luego alguien probablemente tomará su lugar. Así hasta el infinito. Un plan para que los cárteles tengan vida eterna. Una cantidad ilimitada de sustitutos.
Continúan apareciendo ofertas de trabajo sospechosas por 30 mil pesos
En los días siguientes a la desaparición de Federico, Andrea se volvió detective. Todas las mañanas acudía a la estación de autobuses de Zapopan y buscaba papelitos con ofertas de trabajo que se parecieran a ese recorte que cada día se va borrando de su mente. “Contratación inmediata”, recordaba y trataba de identificar un tipo de letra que le pareciera familiar para llevarlo a la policía.
En la búsqueda, recuerda, encontró decenas de ofertas sospechosas. Sueldos de hasta 30 mil pesos para edecanes, veladores, bailarinas, albañiles, enfermeros y amas de casa dispuestas a entregar cuatro horas de su día en casa a empaquetar artículos que debían recoger personalmente en zonas alejadas en Tonalá o Tlajomulco, donde usualmente el cártel local tiene sus casas de seguridad y sus bodegas.
Algunas las arrancó en honor a Federico; otras, las dejó en postes y paredes para que nadie se diera cuenta que buscaba la estafa que la conduciría con su novio. Con ayuda de una pastilla por la mañana y otra por la noche, se sumergió en un estado narcoléptico para darle a su mente pequeños descansos a los pensamientos obsesivos.
Desde entonces, una extraña paz flota sobre Andrea, quien ya puede contarme su historia sin romper en llanto y sólo derramar unas lágrimas. Ese cierre interpretado por ella le permite seguir respirando: su novio cumplió, otra vez, con la promesa de avisar cuando regrese a casa después de una jornada laboral. Federico está en el cielo, asegura.
Sólo hay algo que le sigue doliendo como una astilla clavada: que algún “carnicero” haya creído que podía sustituir a su novio con otro chico. No es así. Federico, aclara, era irremplazable.
GSC/ATJ