Sin existir un toque de queda, los habitantes de la “Tierra del huachicol” como desde hace tiempo se le conoce a la comunidad de Santa Rosa de Lima, en Villagrán, Guanajuato, se resguardan en sus casas.
El coronavirus es la razón, aseguran de viva voz las pocas personas que salen para comprar alimentos o tortillas. Tal parece que el virus es más temido que la narcoviolencia que ha dejado más muertos en Guanajuato, que los decesos registrados por la enfermedad de la que todo el mundo habla.
¿A qué le temen más, al coronavirus o a la inseguridad, en la tierra donde surgió el Cártel de Santa Rosa de Lima, hoy uno a los que se les atribuye el incremento de la violencia en el estado industrial y que en años atrás era reconocido por su tranquilidad?
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“A la enfermedad porque es algo que no vemos, a lo otro ya nos acostumbramos y ahorita no está tan feo”, contesta María, una de las habitantes de la comunidad, quien no ha cerrado su negocio pues vende artículos de primera necesidad.
La lluvia de balas, en hechos violentos y sangrientos que parecen sin duda otra pandemia ha provocado la muerte en Villagrán de 12 personas entre los meses de enero y febrero. Mientras que el coronavirus hasta el momento ha dejado seis muertos por la enfermedad, así lo revelan datos del Secretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública.
Tan sólo en los municipios donde según reportes de autoridades existe la presencia del Cártel de Santa Rosa de Lima, liderado por José Antonio Yépez, alias el “Marro” como: Villagrán, Celaya, Salamanca, Juventino Rosas, Apaseo el Grande y Apaseo el Alto, se han registrado 176 homicidios dolosos en tan solo los dos primeros meses del año.
"A la enfermedad, a eso le tememos porque no sabemos bien como son los casos y por ejemplo uno que corre al centro de salud de Torrecillas y no atienden pronto porque hay muchos citados y en Villagrán y tiene que ir uno muy mal para que lo atiendan”, comentó Hilda, otra de las habitantes.
En Santa Rosa de Lima, desde que iniciaron los operativos contra el grupo delincuencial para recuperar la paz, se ha mantenido la presencia de las autoridades. Son los Elementos de las Fuerzas del Estado quienes resguardan las entradas y salidas de la comunidad, mientras algunos otros están custodiando las propiedades que fueron aseguradas al capo. En la zona también se observa a los agentes de la Guardia Nacional que realizan rondines.
Además del temor al contagio, los habitantes dicen no saber qué pasará con la economía, pues la mayoría de la población trabajadora de esta comunidad tiene su empleo en el municipio vecino de Celaya, donde se han suspendido la mayoría de las actividades y ya suman seis casos confirmados de coronavirus, de los cuales dos son de transmisión comunitaria.
“Las calles están muy solas. La gente no está saliendo ni tampoco está yendo a trabajar. Ya no vamos a Celaya ni a Villagrán y nos cuidamos porque hasta ahorita nadie del pueblo se ha contagiado y pues sabrá Dios, pero lo que sí en lo que nos está afectando es en la economía”, platicó Laura, comerciante de la comunidad.
Ante la falta de algunos servicios o cosas que necesitan en la comunidad de Santa Rosa de Lima, sus habitantes han optado por organizarse y “encargar” a los que, si tienen que ir a Celaya, el municipio vecino ubicado a menos de 10 minutos de la comunidad que les haga el “favor” de traer lo que requieren.
La mayoría de los habitantes está consciente de que de no cuidarse el atenderse médicamente será muy complicado pues la construcción del centro de salud está retrasada y no por la contingencia sanitaria, sino por la falta de la donación del terreno.
Así que, si alguien se enferma, tendría que ir hasta el centro de salud de la comunidad vecina en Torrecillas, o hasta el hospital comunitario de Villagrán, sino viajar hasta Celaya.
Es así como en la comunidad donde surgió un grupo criminal, con calles que aún reflejan el rezago social y que aún son las mínimas las que están pavimentadas y con servicios, es como se vive la contingencia.
Los habitantes de Santa Rosa de Lima, aseguran nunca haber visto al líder criminal por el que en más de una ocasión se han implementado operativos con más de 300 elementos, pero sí temerle a una enfermedad que hasta el momento no han conocido.