Los tiempos en que los asaltantes “pegaban” al azar a los tráileres cargados de mercancía han quedado atrás. Desde hace al menos tres años, el crimen organizado implementa a lo largo de las carreteras del país tecnología y estrategias que se utilizan en los conflictos bélicos, con el objetivo de saquear con precisión los productos más vendidos en el mercado negro.
Un estudio de la empresa especializada en seguridad privada Círculo Logístico ha identificado que seis cárteles y 74 brazos armados en el país se han apoderado del delito de robo de mercancía en carreteras –que deja ganancias al crimen organizado de, al menos, 4 mil 100 millones de dólares al año– con un incremento en el uso de violencia y tácticas similares a las que usan los ejércitos en guerra.
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Para hacerlo, se han abierto paso a punta de balazos y amenazas de muerte entre empleados de parques industriales y centros de distribución para obligarlos a que les entreguen los horarios, rutas y placas de los que serán sus blancos de ataque. Además, dan seguimiento específico a los camiones utilizando drones con inhibidores de GPS para desactivar el monitoreo satelital de las empresas.
“Tenemos calculado que el 20% de la gente de la industria (de transporte y distribución) que trabaja con ellos lo hace por dinero; pero el 80% de esas personas están amenazadas de muerte directamente, o sus familias”, asegura Héctor Romero, también vicepresidente de la Comisión de Seguridad y Justicia de Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).
“Hasta hace unos años, los ladrones de carreteras traían armas pequeñas, cortas, y no las usaban en los atracos. Usaban más la sorpresa, el shock. Hoy ya usan rifles de alto poder, armas modificadas para perforar los blindajes de los camiones de carga. Ya estamos frente a una nueva fase de criminalidad”, describe.
Los comandos del Cártel Jalisco Nueva Generación, del Golfo, del Noreste, de Sinaloa, La Unión Tepito y lo que queda del cártel de Tláhuac cargan, por ejemplo, con baterías de alto voltaje para “volar” las chapas electromagnéticas de seguridad, así como equipos de radiofrecuencia que interfieren con las cámaras de vigilancia para impedir que se graben videos al interior y exterior de los tráileres al momento del robo.
Por otro lado, sus brazos armados dedicados al huachicoleo, tráfico de migrantes indocumentados o de armas ya utilizan ponchallantas elaboradas con materiales de alta resistencia, como las que avientan al paso de convoyes militares, o fusiles de alta precisión de origen ruso –12.7x108 mm, por ejemplo– para perforar las llantas a distancia, incluso si tienen una goma que las recubre.
“Van a hacer todo lo posible por hacerse de mercancía muy específica que ya tenemos perfectamente ubicada y que es la que más violencia está causando en las carreteras del país”, señala Héctor Romero.
Desde chiles hasta Boss, Zegna y CK
En 2023, lo más robado en caminos y autopistas fueron alimentos y bebidas, seguido de electrodomésticos, material de construcción, autopartes, ropa y calzado. Y en categorías así de amplias, el crimen organizado tiene gustos muy específicos.
En alimentos y bebidas, la empresa Círculo Logístico identificó que los objetivos prioritarios suelen ser galletas, latas de chiles y atún. Estos robos suelen ocurrir cerca de las 05:00 horas para que a más tardar las 7:00 horas ya estén en los inventarios de los puestos de tianguis y mercados abastecidos por el crimen organizado, según Héctor Romero.
Para el mediodía, a esa mercancía se le habrá perdido el rastro, mientras la Guardia Nacional apenas está interrogando al chofer asaltado.
Entre los electrodomésticos, las pantallas planas, planchas, lavadoras, radio y audífonos son imanes para el crimen organizado.
“Y esto es peor en temporada navideña o cerca del Día de las Madres. Los cárteles roban más y con mayor violencia, pero con una lógica distinta a la de alimentos y bebidas: no revenden, sino que regalan. Y lo hacen para ganarse la protección de los vecinos vulnerables bajo el pretexto de quitar a los ricos para darle a los pobres”, explica Romero.
Enseguida de esas mercancías, les sigue el muy codiciado material de construcción, principalmente cemento, arena y varillas; cargar con eso requiere tanta secrecía como si se tratara de oro, petróleo o agua en tiempos de sequía. Luego, son codiciadas por el crimen las autopartes que suelen dañarse en choques, como cristales, defensas y salpicaderas.
“Y la ropa, claro. Es muy peligroso ya transportar ropa de marca en este país. Pero no cualquier tipo ni marca. Hay una fijación por ropa deportiva y por marcas muy particulares como Hugo Boss, Ermenegildo Zegna, Calvin Klein… Lo más robado son pantalones, camisas, cinturones y, en mujeres, ropa interior”, asegura el especialista.
Violencia extrema contra choferes
En los últimos años, acusa, también han crecido los “robos sobre pedido”, es decir, cárteles piden a brazos armados que vayan tras mercancía específica a toda costa.
Esos suelen ser los atracos más violentos, pues las organizaciones criminales pagan a grupos más pequeños un adelanto para garantizar el robo; si no se logran, los brazos armados deben devolver ese dinero e, incluso, pagar una especie de “multa” por incumplimiento.
Son los casos que típicamente circulan viralmente en redes sociales: criminales que disparan contra el conductor apenas han puesto un pie fuera del auto, que no titubean en reventar las chapas a balazos porque saben perfectamente lo que hay adentro, que tienen cómplices repartidos en varios tramos para no fallar con el robo a la empresa.
“En algunos casos, así me lo han comentado los propios choferes, no sólo los golpean o los tablean. Hemos tenido casos de choferes violados”, asegura Héctor Romero.
No se trata de agresiones sexuales en las que se busca el placer, sino humillar al otro para que sepa quiénes son los que tienen el poder en los caminos.
Muchos choferes han tenido que crear sus propias estrategias para ponerse a salvo. Algunos viajan con la caja del camión o tráiler abierta –aunque eso amerite una infracción– para que los criminales vean que no traen carga; otros, meten en los zapatos celulares de baja gama, pero con GPS, que ayude a sus familiares a localizarlos si son desaparecidos con la esperanza de que la batería dure lo suficiente para ser hallados.
Se encarece la tecnología y la seguridad
Lo anterior contribuye a una inflación para los compradores, aumento que responde no sólo a las pérdidas causadas por el robo de producto, sino a la violencia asociada al mismo.
“Esto lo notan los consumidores en el precio final de las mercancías”, confirma Romero. “Todo ha subido, en promedio, 20% el valor del producto, porque las empresas de transporte tienen que hacer cada vez más gastos en seguridad. Y debido a la violencia y tecnología del crimen, esta protección resulta muy cara, porque hay que estar, mínimo, a la par de los cárteles”.
Blindajes con cerámica de última generación, chalecos balísticos de bajo peso que permitan al operador correr para proteger su vida, GPS de alta precisión que resista los inhibidores del crimen organizado, chapas electromagnéticas y de cierre automático, circuitos cerrados de videovigilancia en las cabinas y vehículos escolta que funcionan como muro contra los criminales son las medidas que más contratan e implementan las empresas.
Los precios de los seguros contra robo también se han ido al cielo, explica el especialista. Para muchas empresas ya son impagables, especialmente para quienes trabajan en las rutas del Estado de México, Puebla, Hidalgo, Tlaxcala y Veracruz, que es donde más robos ocurren y donde más choferes desaparecen.
“El producto más caro es el que no llega al anaquel. Es carísimo para una empresa que su mercancía no esté en las tiendas y el de la competencia sí, así que se pagan millones de pesos en seguridad, pero muchas veces ni así se puede garantizar que llegue el pollo, el aguacate, los enlatados o el azúcar a los municipios. Es una desgracia”.
Ante esta realidad, la empresa privada Círculo Logístico calcula que en México hay un déficit de unos 70 mil choferes de transporte de carga por miedo a ser las siguientes víctimas del crimen organizado.
Los más veteranos se jubilan antes; los más jóvenes ni siquiera atienden las convocatorias. Muchos otros emigran buscando trabajo en Estados Unidos, donde se ofrecen sueldos más altos. Los que se quedan saben que van a un oficio de muerte.
RM